El oasis... (Capadocia, Turquía)

martes, 12 de febrero de 2008

Introducción al Diálogo: cuando ellos se han mirado (I)

"Todos echamos pestes acerca del tan mentado Calentamiento Global, pero ¿quién no disfruta de un cálido rayo de sol sobre el rostro regalado una mañana de febrero?"

El eco de esta última palabra resonaba, anacrónica, en la mente adormecida de Sofía mientras olía el aire casi efervescente del parque donde se había sentado a "vaguear" (hacía tanto que no me paraba a "perder" el tiempo...) Venía de unas jornadas sobre "Diálogo Intercultural" y no sentía ganas de encerrarse de nuevo bajo el techo gris de su casa. Aún le costaba acostumbrar a su cuerpo a la falta de aire libre (pegajoso y caliente hasta el extremo, sí, pero libre a fin de cuentas) y de vez en cuando tenía que darle caprichos de este tipo.

Echada sobre un banco alejado de la zona de juegos infantiles (el "alegre y agradable gorgoteo" de los niños resultaba, a su parecer, mucho más agradable cuando provenía de una distancia mínima de cien metros) había adoptado la postura que en África denominaban "recibir el placer": las piernas un poco abiertas, flexionadas y conductoras del peso de todo el cuerpo hacia las plantas de los piés; las manos libres, descargadas sobre el asiento; la cabeza relajada sobre el respaldo y el cabello apartado para dejar expuesto por completo el rostro, que recibe lo que llega. Para "colaborar" en la eficacia de la tarea, Sofía se desabrochó el botón del vaquero (fuera presiones) y desplazó levemente la tira de la cintura hacia abajo, para regalar a unos centímetros más de su piel el efecto de esta sesión de Rayos Uva gratuita e improvisada.

Poco a poco empezó a notarse anestesiada. El estado, en el limbo entre el sueño y la vigilia, era mucho más agradable que cualquiera de estos dos, puesto que manteía el grado de consciencia necesario para percibir y disfrutar de la sensación de hipnosis que acompaña el sueño. Las ideas fueron abandonándola poco a poco y aterrizaban ya los primeros delirios, pseudo pensamientos sin lógica ni hilo conector que aparecen de manera incontrolada cuando nos rendimos a hibernar, indicando que todo va bien.

Después de las Jornadas de Cultura, si no puedo subirme en el tobogán... me compraré los vaqueros... porque, claro, no pudimos estrenar la película ayer...

No disfrutamos más de la incoherencia que cuando aparece en el momento oportuno: al perder, de manera controlada, el control sobre nuestro propio organismo y dejarlo campar a sus anchas.

En ello estaba, su cuerpo campando libremente por unos lares, su mente retozando en otros, cuando una voz vino, como un hacha, a segar la armonía onírica.

-¡Yo no tengo nada más que decir! Ya sabéis mi postura, no voy a moverme ni un ápice porque eso es lo que he hecho toda mi vida y ¿quién me lo ha agradecido? Nadie.

La voz tenía ojos y boca, y un rostro muy bonito aunque deformado por los gritos que sus labios estaban profiriendo. Era un chico joven. El cuerpo, fibroso, proporcionado, imponente, gritaba tener unos veinti pocos años (más o menos, como Sofía) La cara, expresiva, fuerte, viril, mascullaba una cercanía a los treinta. Las palabras que salían de su garganta, las frases hirientes que escupía y la amargura pesada que se traducía de su tono de voz, clamaban haber traspasado toda una vida.
Otro que no quiere hablar - pensó Sofía mientras seguía con la mirada (poco disimulada, pero ella sabía que las leonas de la Sabana tampoco lo eran con sus presas) el vaivén de izquierda a derecha y vuelta a empezar, de la nerviosa pieza. Él, en medio de su turbación, alcanzó a percatarse de la presencia intrusiva, impertinente, de Sofía. La actitud repectiva de ésta y su aparente predisposición a la escucha le indujeron, no obstante, a mantenerse en el área de contacto, y un par de veces más intercambiaron los dos miradas, mientras el joven seguía firme en su posición de no volver a transegir... Ella se mantuvo a la espera.

domingo, 3 de febrero de 2008

La grandeza del Poeta del Silencio


De esas personas que demuestran que no hace falta andarse con grandezas para ser verdaderamente grande.

Últimamente, me pasa demasiado: descubro a seres increíbles cuando ya se han marchado...

El 12 de enero se fue Ángel González. Como regalo a aquellos que lo descubrimos demasiado tarde, ha dejado algunos poemas a modo de carta de presentación póstuma.

El País publica hoy tres de ellos. En abril serán editados en un libro cuyo título es metáfora de la humilde grandeza del "poeta discreto": Nada Grave.

Los tres son maravillosos. Éste que reproduzco encandila. Nos dice: "lo sencillo es sublime" (y viceversa)

NUNCA

¿Hemos de sacrificar a la doncella
en el altar de un dios que reclama su sangre
para confirmar su poder sobre nosotros,
y comprobar que su grandeza
no sufre menoscabo con el paso del tiempo?

Rómpase la grandeza del dios en mil pedazos,
que la lepra corroa la púrpura que cubre
su soberbia figura,
y que su eternidad se reduzca a ceniza.
Y prevalezca la sencilla gracia
de la doncella viva, fugaz, irrepetible,
su sonrisa tan clara,
su alegría
que ella no sabe efímera, y por tanto
es en su ser presente inmortal un instante.

Ángel González.

sábado, 2 de febrero de 2008

Donde Occidente no deja huella



- Nombre: Sayed Perwiz Kambajsh:
- Edad: 23 años
- Trabajo: estudiante y periodista
- Acusación: blasfemia por críticar el Corán.
- Condena: MUERTE

- País........ AFGANISTÁN.
- Presidente de Estado: Hamid Karzai.
- Países que apoyan y sustentan dicho Estado: Estados
Unidos, Gran Bretaña, Francia, España... y el grueso de países occidentales enmarcados en la Unión Europea, la OTAN y la ONU.

No ha tenido mucha repercusión en los medios de comunicación españoles, pero fuera de nuestras fronteras se han sucedido los ecos de protesta e indignación ante el acontecimiento:

Sayed Perwiz Kambajsh, un joven estudiante de la Universidad de Mazar Sharif (al Norte de Afganistá) descargó de internet información sobre los derechos de las mujeres en el mundo árabe y los remitió a algunos compañeros. El pasado 22 de enero, ante las protestas de varios estudiantes, un Tribunal Religiosa de esa ciudad le enjuició y le condenó a muerte por cometer "blasfemia" contra el Corán y contra los preceptos del Profeta Mahoma.

El Senado afgano ratificó la condena, por iniciativa de un aliado clave del presidente Hamid Karzai, llamado Sibghatullah Mojaddedi. Finalmente, la presión internacional ha provocado la retificación de la Cámara Alta, que hoy se ha desdicho, calificando su anterior sentencia como "error técnico". No obstante, la sentencia aún no ha sido revocada. Para ello, tendrá que pasar por una escalera judicial plagadas de recursos y apelaciones (vía que, al menos, ahora sí puede emprender).

La polémica de este asunto no deriva del hecho en sí (la mayoría de países árabes violan libertad de expresión e información de sus individuos) sino más bien de que esto ocurra en un país donde debería relucir la "huella occidental" de aquellos países que "liberaron" la nación del "yugo de los talibanes" (en aquella invasión denominada, en un alarde de inspiración literaria de los cerebros militares del Pentágono, Operación Libertad Duradera, que ahora suena a agria paradoja...)

El episodio viene a engrosar, además, los hechos que denotan el creciente distanciamiento del régimen de Karzai de Occidente y sus reticencias ante el protagonismo que ostentan en el país los actores que un día lo auparon al poder. El presidente afgano ha sido acusado por algunos sectores del país de ser la "marioneta de Occidente", ante lo cual ha resuelto demostrar lo contrario.

Objeto de este "juego diplomático" es Reino Unido, el segundo país en número de tropas en el país, con 7.740 soldados. Así, durante el Foro Económico de Davos, Karazi se opuso a que el británico Lord Ashdown fuera nombrado Enviado Especial de la ONU para Afganistán. En este mismo encuentro denunció las acciones de los británicos en la provincia de Helmand (donde el Gobierno de Gordon Brown financia estudios para la libertad de prensa y opinión). La diplomacia británica, por su parte, ha movido ficha: el Ministro de Exteriores, David Milliband, ha encabezado las protestas por la condena a muerte del joven Sayed.

La crisis interminable de Irak copa todas las portadas, pero éste no es el único roto que la actuación occidental tiene aún por remendar. Afganistán, con sus crisis económica, su enconamiento legislativo y la perenne presencia de los talibanes, sigue siendo un asunto pendiente.

viernes, 1 de febrero de 2008

Una historia de Kenya (y II)

Sin saberlo, aquellos dos hombres representaban ante Sofía el escenario de la crisis que estaba sacudiendo su país y toda África.

Tal y como afirman los 40 líderes de la Unión Africana reunidos estos días en la vecina Etiopía, el desgarro de Kenya supone una auténtica merma para las esperanzas del continente de los mil rostros. El país, situado en la costa oriental del continente, besando el Océano Índico y muy cerca de las fronteras del codiciado Golfo Pérsico, cuenta con una base de riqueza natural que lo han convertido en objeto de miras de los actores occidentales desde el (auténtico) inicio de la colonización allá por el Siglo XV.

Junto con los países que comparten sus fronteras, (Somalia, Etiopía, Uganda y Tanzania) fue en aquella época punto neurálgico del tráfico de esclavos con dirección a las recién descubiertas Américas. Tras la Conferencia de Berlín, a finales del Siglo XIX, el Imperio Británico se hizo con la zona, y creó unas fronteras (a escuadra y cartabón, como el resto de África) bajo las que agrupó las 80 etnias (que antaño fueron 80 reinos diferentes).

Tras la Independencia, poco a poco Kenya ha evolucionado hasta convertirse en lo que era antes del fatídico 27 de diciembre: una de las economías más sólidas de África. Hoy, con 900 muertos abonando sus preciadas tierras en apenas un mes, el pequeño país (tiene apenas cinco millones de habitantes menos que España) es recibe la atención internacional.

No es baladí que el mismo Secretario General de la ONU, Ban-Ki-Moon, se desplace hoy a la zona para aunar esfuerzos con su predecesor, Kofi Annan, en el intento de solucionar la crisis. O que el Secretario de la Unión Africana, Alpha Oumar Konare, haya dicho en la apertura de la Cumbre:

"Si Kenya arde, no abrá nada para mañana. Kenya era una esperanza para el continente. Hoy, si miras al país ves violencia en las calles. Estamos incluso hablando de limpieza étnica. Estamos incluso hablando de genocidio. No podemos sentarnos aquí con los brazos cruzados".

El discurso mundial apunta a los dos hombres cuyos nombres refieren ambos lados de la guerra: Mwai Kibai (presidente, Kiyuyu) y Raila Odinga (oposición, luo). Sin cesar se escuchan palabras que instan a los líderes a tomar cartas para detener la sangría. Su responsabilidad en esta muerte lenta es constatable. Las voces del pueblo también lo señalan:

"Odinga es el ganador, Odinga es nuestro líder... Kofi, ayúdanos a que gobierne a quien el pueblo votó"- Sofía escuchaba estas palabras que Batwa parecía dirigir hacia el cielo.

"Kibaki nos da la mejora, él es el líder legítimo" - y del otro lado, Abei, antaño su amigo, clamaba el nombre opuesto.

Sofía conocía esta historia. Toda África había sufrido la misma enfermedad: desde el fin del colonialismo, el poder ha agitado las brasas del odio y la ira interétnica en pro de sus propios intereses. Congo, Rwuanda, Sierra Leona.. son todo tristes ejemplos de cómo líderes carismáticos han azuzado una población empobrecida y hambrienta de alimento y esperanza para perpetuarse en el poder o arrebatárselo a su enemigo.

Aunque ahora, espantados tras el desbordamiento de la situación, los dos líderes kenianos aparenten intentar calmar a sus masas, es patente que en su momento las echaron, como perros rabiosos, a las calles. Como a las fieras antes de la batalla, les encendieron el odio en las entrañas con palos, golpes y palabras candentes.

"¡Nos han robado la victoria; el Gobierno era nuestro!" -
gritaba un Odinga exaltado.
"¡Ellos persiguen a nuestras familias, nos asesinan cruelmente!" - denunciaba un Kibabi rabioso, que acusó a su oponente de alentar una limpieza étnica contra los kiyuyu.


Y así, azuzados por uno y por otro, los luos persiguen a los kiyuyu en la zona sudoccidental (en barrios como Kisumu), los kiyuyu responden con lo mismo en la zona central (capital, Nairobi, y su entorno) y todos se matan en la tan codiciada zona del Valle del Rift (donde los kalenjin, la tercera etnia, son mayoría).