El oasis... (Capadocia, Turquía)

martes, 24 de mayo de 2011

Lo que es irreversible del 15M, aunque fracasemos


foto extraída de Spanishrevolution.es

“¿Solidaridad? Dices que la gente está siendo solidaria? Eso me impresiona bastante de España....” Y tuvo que pillar su cámara de fotos y salir corriendo a Puerta de Sol, a comprobarlo con sus propios ojos. El asombro de esta amiga venida desde la otra punta del globo y que lleva cuatro años en España no es menor que el que tenemos los que ostentamos la categoría de “oriundos de”. Desde hace una semana algo está pasando en el país y, sea cual sea el resultado, no todo es reversible. Puerta de Sol es el epicentro, el núcleo de origen, pero la pólvora  se ha extendido por muchas otras ciudades dentro y fuera de España y esto asombra, alucina... y asusta a muchos. Es acojonante para todos lo que están acostumbrados a decir (y a creer) que Occidente es la sociedad del individualismo, una cultura de miembros atomizados donde cada uno mira para sí y, como mucho, los suyos. Tienen miedo quienes han hecho de esta idea su arma de control social, su baluarte contra la sublevación, convirtiendo el acomodo de la sociedad del “bienestar” en la más eficaz de las censuras: “da igual que grites, no te van a escuchar y, si lo hacen, te verán como el ente desviado del sistema”. Hasta la fecha, la arquitectura neocapitalista se ha sustentado en la hipnosis del consumo, el discurso homogéneo mediatizado sobre la base de una apariencia de democracia “representativa” que hace demasiado tiempo dejó de representar al pueblo para bailar al son de ese enemigo difícil de identificar que hemos llamado “mercado”.

El 15 de mayo fue la fecha en que este espejo de feria se empezó a resquebrajar. Nos hemos convertido en una sociedad consumista, individualista, materialista, es cierto. Pero no lo es menos que no estamos hechos para ser así, que este carácter no es inherente a la naturaleza humana, que la Historia no siempre ha tenido el mismo color. Será pecar de optimista, pero quizá nos hayan mentido quienes nos convencieron de que “el hombre es un lobo para el hombre”. Puede, incluso, que detrás de este discurso se esconda el deseo de lograr la “profecía autocumplida”: a fuerza de creernos egoístas, nos volvemos de esta calaña. A fuerza de temer que nos pisoteen, pisoteamos en primer lugar; a fuerza de no querer perder, somos férreos en la competencia y hacemos, del medio de subsistencia, el fin último de nuestro existir.
Lo siento por aquellas personas beneficiarias de esta ideología pero hace una semana que las calles y plazas hacen la refutación. Los “mecanismos de solidaridad”, como se les está llamando, están en marcha, en Sol en Madrid, pero también en las Setas en Sevilla, en Plaça de Catalunya en Barcelona y en otras decenas de ciudades a las que espero no insultar por no mencionar aquí. Solo falta un vistazo a la web principal del movimiento para comprobarlo. Sol, por seguir con lo que veo a diario, es un hervidero de gente moviéndose de un lado para otro en busca de un lugar donde echar una mano. Parece un hormiguero, poblado de núcleos interconectados por pasillos donde la corre sin parar: aquí hace falta un cable, en la comisión de alimentos dicen que ya está la “merienda” para todo el que quiera comer, en Voluntarios sobran manos y faltan tareas, ¿qué se puede hacer por allá? No se para, todo está en movimiento y es a veces una auténtica hazaña posar la vista en un punto concreto, vas como pollo sin cabeza con ganas de hacer algo y sin caber cómo empezar.

Es cierto que todo es mejorable, no faltan tampoco quienes llegan repletos de “críticas constructivas” (no hay cinismo en estas palabras) para enmendar los variados errores propios de un movimiento espontáneo y autoorganizado. Pero todas estas críticas son positivas, algunas se irán asumiendo y otras serán, como es inevitable, pospuestas de momento. Esto no es dañino, al contrario que la cantidad de basura malintencionada que ciertos sectores de la élite político-empresarial, y sus acólitos mediáticos, vierten con ahínco. Tamaña reacción era de esperar: el sistema está muy bien preparado y cada uno conoce bien el rol que debe jugar para defender a sangre lo que considera suyo: este modelo de sociedad y sus riquezas. Y se empeñarán en ello, lo que está en juego es demasiado.

Lloverán los palos y la victoria, si acaso llega, está lejana. Y, sin embargo, ya hemos conseguido algo: hemos demostrado que hay valor más allá del consumo y que, bajo la costra de alquitrán que perpetúa el sistema, aún latimos, nos movemos y avanzamos.