El oasis... (Capadocia, Turquía)

martes, 10 de junio de 2008

Liberalizando la compra-venta de personas



... Si levantaba el vaso a la altura de su rostro y fijaba bien la mirada, podía ver sus ojos reflejados tras la escarcha dorada que se formaba en el cristal, gélido; un atractivo anticipo del frescor amargo que recorrería su garganta tras el prolongado sorbo de la esencia de cereal. Empecinada en reconocer su imagen, los ojos tercos clavados en el tubo de cerveza, y ajena a lo que Pedro le decía al otro lado de la mesa, Sofía penetraba con las pupilas más allá del líquido espeso y espumoso en su superficie, y casi podía rememorar, por un instante, aquella imagen de albero tupido de la sabana africana...

- Y claro, me hablas de proteger los mercados del Tercer Mundo, pero si quitamos los subsidios a los agricultores españoles... ¿de dónde sacas esa cerveza que te estás tomando por un euro? ¿Eh Sofía?... ¿Sofía?... ¡SOFÍA, QUE ESTÁS YA BORRACHA O QUÉ!!

Las cebras, los leones y los elefantes se fueron en estampida, de su memoria, del vaso de cerveza.

- Maldita sea Pedro, no estoy borracha. Estaba pensando en lo que tú decías acera de... - "recoge la última palabra que has escuchado, Sofía"- la cerveza, que eso de a un euro lo verás tú en tu casa, o en donde Zapatero toma el café, porque aquí nos ha costado un euro veinte, chaval.
Y en cuanto a eliminar barreras al libre mercado, te parecerá estupendo cuando se trata de mercancías, de objetos inertes, pero.. ¿y cuándo lo que se liberaliza es el mercado de las personas? ¿Cuándo la venta de seres humanos no está controlada por legislación alguna, sino sujeta a la mera negociación de los empresarios?

Pedro la miró perplejo... Se le ha ido la olla.

- ¿Y si ya no hablamos de las personas del Tercer Mundo, sino de la venta de seres de los países llamados "ricos", de ti y de mí? - ella ya lo había hecho: había clavado su mirada incisiva más allá del rostro de su contertulio.

- Sofía.... la esclavitud fue abolida hace décadas...

Ella soltó una risa triunfal. De momento, lo había llevado a su terreno. Lo había colocado en la posición exacta para asestarle el golpe directo a su reflexión.

- Compra y venta de personas. Me refiero al trabajo Pedro, a los contratos laborales, a lo que todos suscribimos cuando queremos ganar pasta y que están sujetos a unas determinadas condiciones sociolaborales.

- ¡Coño Sofía! Y qué tiene que ver eso con la liberalización...

El estruendo de un golpe interrumpió su conversación. Giraron ambos la mirada hacia la fuente del sonido: la mano de una chica joven, iracunda, se aferraba a la superficie de la mesa. La tensión reflejada en sus músculos se prolongaba desde el antebrazo hasta los hombros, la espalda quebrada sobre el mantel, y una mirada de odio profundo que transmitía a la vez la impotencia naciente de sus labios, temblorosos y apretados entre sí.

- ¡Y un carajo voy a trabajar tres días seguidos! ¡Sesenta y cinco horas a la semana de media! No somos bestias de cargas Rosa... ni las bestias tienen estas condiciones...

La joven de la voz quebrada iba ataviada con una bata blanca, de médico, que se abría desde la cintura, dejando ver el pijama verde que caracteriza a los operarios de esa profesión. Sofía y Pedro intentaron observar más allá del cansancio de sus ojos. Serían las doce del mediodía de un sábado cualquiera, y el café casi azabache que se posaba frente a la muchacha era un fiable indicio de que aquella noche, una vez más, la había pasado de guardia.

- Sandra, cálmate - su compañera, igualmente ataviada, intentaba calmarla - Aún no se ha aprobado definitivamente la directiva. De momento tenemos que esperar y, luego, veremos qué deciden desde el Sindicato.

Sofía sabía perfectamente que tenía ante sí el mejor ejemplo de lo que le estaba explicando a Pedro. De cómo los Ministros de Trabajo de la Unión Europea acababan de aprobar una propuesta legislativa para eliminar la restricción de mantener la semana laboral en 48 horas como máximo. Si el Parlamento Europeo aprobaba la directiva, todos los países miembros podrían modificar la legislación para ampliar la semana laboral a 60 horas en general ya 65 horas en trabajos determinados, como los médicos.

- Ello elimina la protección que la legislación garantiza a los trabajadores - explicaba Sofía a Pedro - porque deja que el horario laboral se decida, hasta esos límites, "de manera libre" entre los trabajadores y el empresario".

- Vamos, que será el empresario quien dirija la batuta, tal y como están las cosas - su "liberal" amigo por fin había apoyado por una vez la visión de Sofía.

- Exacto. Y elimina un derecho social (el de las 48 horas semanales) que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) había logrado hace 91 años. Un retroceso en materia de derechos civiles Pedro. Y todo va en la misma línea: restar presencia del Estado en las decisiones del mercado.

(Y repitió su argumento de arranque): Cuando se trata de mercancías, está bien. Pero cuando hablamos de personas....

3 comentarios:

Raúl Masa dijo...

Hola.
Muy bueno, la verdad que exquisito como siempre.

La verdad que a veces te pesa hasta la conciencia, pero, ¿qué se puede hacer?

Saludines

Elucubrante dijo...

Enorabuena adri. No sabía que habías retomado el blog. Muy bueno, muy interesante y muy bien escrito.

ROSA E OLIVIER dijo...

"intima semente baila em meu reino
ao sabor de tuas doçuras..."

Ciao e un caro saluto!