El oasis... (Capadocia, Turquía)

viernes, 9 de marzo de 2007

Sexo y ropa en la misma avenida

Una de las cosas que me enamoró de Madrid cuando llegué a principios de Octubre fue la Gran Vía. Sus exageradas proporciones, la altura de los edificios que se ierguen como monstruos a ambos lados de la carretera, me introdujeron en el gigantismo que caracteriza la ciudad y que muchos encuentran claustrofóbico pero que a mí me apasiona.
Me rodeo de un aura pueblerina, tipo Martínez Soria, cada vez que destaco ante mis compañeros este asombro, pero no me importa en absoluto. No vengo de ninguna aldea (y aunque lo hiciera, sería lo mismo) sino de una preciosa ciudad de tamaño medio que no tiene rascacielos ni avenidas de vértigo (lo de los rascacielos parece que va a ser "solucionado" por nuestro alcalde lumbreras, que, como dice mi recién descubierto profesor Calleja, "está en el mundo porque tiene que haber de todo"...)
De sus palabras (las de José Martía Calleja, no las de Monteseirín) también salió el otro día una bonita reflexión, que viene muy al cuento con la pantomima que tenemos por actualidad política en estos momentos y con la Gran Vía.
Los periodistas deberían sacar a la agenda mediática temas que interesaran de verdad a las personas. Y "de verdad interesa" no engloba la rabieta pueril que se han pillado Gobierno y oposición y que nos tiene hasta las narices a los ciudadanos, sino temas que realmente nos toca, nos afecta, sea de primera mano o de manera indirecta.
Por ejemplo, un tema que supone la cara triste y desesperanzadora de mi admirada avenida: la prostitución que se desarrolla mañana, tarde y noche, ante los ojos de miles de personas que pasan cada día indiferentes y, lo que es peor aún, ante la indiferencia de los también numerosos policías que transitan por la zona.
No juzgo la moralidad la prostitución ni, por supuesto, la de las prostitutas. Lo que siento cada vez que paso por la avenida o por Montera (o por las callejuelas que la circundan) es pena, una inmensa pena porque no puedo evitar ponerme en la piel de estas mujeres, casi niñas en muchos casos, que posan aglomeradas (porque de verdad están aglomeradas) y giran con pretendida provocación sus tristes y a veces maltratados rostros hacia los hombres y muchachos que pasan por su lado.
No soy la única que lamenta esto. Todo el que viene de fuera observa con enorme extrañeza esa paradoja: mujeres con la cartera a rebosar dejan su sueldo en el lujo y el derroche en la misma acera donde una juventud multirracial es a su vez el producto que otros compran. Y no muy lejos, en actitud de constante amenaza, el chulo o el mafioso vigila que su mercancía no huya en desbandada.
Y la policía... atareada en trabajos de vital importancia como poner multas o perseguir a los que montan el top manta.
El drama de la prostitución, para mí, va unido a las mafias. Cada mujer es libre de disponer de su cuerpo como le plazca, pero dudo mucho que las rumanas, africanas y demás chicas que son prostituidas en Gran Vía lo hagan "con libertad".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo. Me impresionó bastante la cantidad de prostitutas que habian en las calles del centro un sabado por la tarde. Recuerda que un tema relacionado con este fue el que te hizo inaugurar tu blog, asi que animo para seguir denunciando estas aberraciones. Te apoyo y te ayudare en todo lo que pueda.
Jesus.