Hace apenas dos décadas, un blanco en tierras africanas era de inmediato centro de todas las miradas. Revestidos por los aún candentes vestigios de la independencia colonial, los autóctonos, provistos de la superioridad moral de las víctimas, atisbaban al dominador blanco en cualquier apariencia occidental que irrumpiese en las cálidas y húmedas tierras del trópico subsahariano.
Sofía se creyó por un momento en medio de África. Intentando lograr el acercamiento, devolvió con el gris de sus ojos el contacto iniciado por los dos hombres. Había violado su espacio al escuchar la conversación sin ser invitada. Ahora debía lograr que hiciesen de la intrusa una huésped.
"¿De qué etnia sois?" preguntó decidida.
"Yo, luo", respondió el que había hablado por última vez. Al girarse, los vaqueros gastados y el jersey granate que vestía quedaron en total frontalidad ante ella. La línea de sus ojos se mantenían hacia los de la joven y sus manos se entretenían quebrando un pequeño palo de madera, que sostenía a altura del ángulo que formaban las dos piernas entreabiertas.
"Yo, Kiyuyu", replicó el otro hombre, de idénticos rasgos físicos. No había diferencia alguna entre sus apariencias.
Sofía sonrió. Había sido aceptada.
"Pero... sois amigos". Las noticias sobre los enfrentamientos entre kiyuyus y luos que estaban desangrando Kenia desde las elecciones del 27 de diciembre le habían hecho imaginarse a las dos tribus como enemigos irrenconciliables. En los comicios, el actual presidente Mwai Kibaki, que gobernaba el país desde 2001, se había proclamado vencedor entre sospechas de fraude sostenidas por organismos internacionales. Raila Odinga, un luo que lideraba el partido de la oposición, el Orange Democratic Movement (ODM), rechazó fervientemente el resultado. Sus seguidores de la comunidad luo (y muchos de la etnia Kalenjin), iracundos y desesperados tras ver sus esperanzas de victoria aplastadas, se lanzaron a las calles.
Desde entonces, el país vertía sus entrañas: la policía gubernamental había prohibido y reprimía con violencia cualquier manifestación pacífica; los kiyuyus (etnia del presidente Kibaki) se habían convertido en el objeto de la impotencia, la ira y la desesperación de los luos y cientos de ellos habían sido perseguidos y asesinados. En un círculo vicioso de violencia vengativa, kiyuyus, luos y kalenjin se perseguían y se asesinaban mutuamente (la prensa anglosajona lo denomina muy gráficamente tit for tat) y ninguna mediación internacional (la que había intentado el presidente de la Unión Africana, John Kufour, y la que estaba peleando ahora el ex secretario de Naciones Unidas, Kofi Annan) habían logrado por el momento detener la sangría del país, que se había cobrado ya cerca de 900 vidas.
Los dos hombres cruzaron amargas miradas. "Abei y yo hemos sido buenos vecinos - Batwa, el joven luo, empezó a escupir palabras; parecía con ganas de hablar - Nos conocimos hace tres años en un barrio de Nairobi, la capital, cuando yo llegué con mi mujer y mis dos hijas para ganar algo de pan", un halo agrio envolvió su voz al mencionar a su familia. Dirigió una mirada gélida a ninguna parte: "Enseguida vi la diferencia entre las calles de Nairobi y las de mi barrio, Kisumu, al oeste del país. La capital, mimada por el presidente Kibaki, reunía para los kiyuyus que allí se enriquecían las mejores condiciones. Los caminos limpios, tenían agua potable, baños, bares.... Nada que ver con la casucha de palos y paja en la que vivían todos los de mi familia"
Al decir "familia", Batwa se refería a los que compartían la etnia Luo. En África, los vínculos étnicos unen a sus miembros con una fuerza que nada es capaz de derribar. Por eso, las diferencias que habían permanecido latentes durante los gobiernos colonialistas, opresores con todas las etnias por igual (con más o menosnla misma intensidad) resurgieron tras la independencia de estos países. Pertener a la misma etnia que el gobernante de turno suponía un privilegio y una gran desventaja si no era el caso.
En Kenia, dos etnias habían oscilado en el poder desde su independencia en 1963 : los kuyuyu con el primer presidente del país, Jomo Kenyatta (que luchó contra los británicos enmarcado en la guerrilla Mau Mau) y con el actual gobernante Kibaki; y los kalenjin con el segundo presidente, Daniel Arap Moi (sucesor del primer líder tras su muerte). En las últimas elecciones, los luo habían visto por fin sus esperanzas de situarse en el poder casi cumplidas. Los primeros recuentos de votos daban la victoria indiscutible a su líder Raila Odinga. Sin embargo, el resultado final expulsó repentinamente el nombre de Kibaki, algo en lo que muchos organismos nacionales e internacionales ven un indicio de fraude.
"Ahora los luos persiguen a nuestras mujeres y niños - Abei pareció por fin animarse a contar su visión de la historia - Sin embargo, cuando llegaste a Nairobi yo te recibí y te ayudé como si fueras un primo más"
Y era cierto. Casi milagrosamente, las ochenta etnias que cohabitaban en aquel territorio que las potencias occidentales habían decidido agrupar bajo el nombre de "Kenia", se toleraban mal que bien y compartían espacios, alimento y agua. Ahora, en cambio, los rencores históricos parecían dominar el país llevándolo al borde de una guerra civil multipartidista sin precedentes en la región...
-Comisión Electoral de Kenia. (resultados elecciones 27 diciembre)
- Página web Mwai Kibaki.
- Página web Raila Odinga.
- Imágenes extraídas de BBC.co.uk
Sofía se creyó por un momento en medio de África. Intentando lograr el acercamiento, devolvió con el gris de sus ojos el contacto iniciado por los dos hombres. Había violado su espacio al escuchar la conversación sin ser invitada. Ahora debía lograr que hiciesen de la intrusa una huésped.
"¿De qué etnia sois?" preguntó decidida.
"Yo, luo", respondió el que había hablado por última vez. Al girarse, los vaqueros gastados y el jersey granate que vestía quedaron en total frontalidad ante ella. La línea de sus ojos se mantenían hacia los de la joven y sus manos se entretenían quebrando un pequeño palo de madera, que sostenía a altura del ángulo que formaban las dos piernas entreabiertas.
"Yo, Kiyuyu", replicó el otro hombre, de idénticos rasgos físicos. No había diferencia alguna entre sus apariencias.
Sofía sonrió. Había sido aceptada.
"Pero... sois amigos". Las noticias sobre los enfrentamientos entre kiyuyus y luos que estaban desangrando Kenia desde las elecciones del 27 de diciembre le habían hecho imaginarse a las dos tribus como enemigos irrenconciliables. En los comicios, el actual presidente Mwai Kibaki, que gobernaba el país desde 2001, se había proclamado vencedor entre sospechas de fraude sostenidas por organismos internacionales. Raila Odinga, un luo que lideraba el partido de la oposición, el Orange Democratic Movement (ODM), rechazó fervientemente el resultado. Sus seguidores de la comunidad luo (y muchos de la etnia Kalenjin), iracundos y desesperados tras ver sus esperanzas de victoria aplastadas, se lanzaron a las calles.
Desde entonces, el país vertía sus entrañas: la policía gubernamental había prohibido y reprimía con violencia cualquier manifestación pacífica; los kiyuyus (etnia del presidente Kibaki) se habían convertido en el objeto de la impotencia, la ira y la desesperación de los luos y cientos de ellos habían sido perseguidos y asesinados. En un círculo vicioso de violencia vengativa, kiyuyus, luos y kalenjin se perseguían y se asesinaban mutuamente (la prensa anglosajona lo denomina muy gráficamente tit for tat) y ninguna mediación internacional (la que había intentado el presidente de la Unión Africana, John Kufour, y la que estaba peleando ahora el ex secretario de Naciones Unidas, Kofi Annan) habían logrado por el momento detener la sangría del país, que se había cobrado ya cerca de 900 vidas.
Los dos hombres cruzaron amargas miradas. "Abei y yo hemos sido buenos vecinos - Batwa, el joven luo, empezó a escupir palabras; parecía con ganas de hablar - Nos conocimos hace tres años en un barrio de Nairobi, la capital, cuando yo llegué con mi mujer y mis dos hijas para ganar algo de pan", un halo agrio envolvió su voz al mencionar a su familia. Dirigió una mirada gélida a ninguna parte: "Enseguida vi la diferencia entre las calles de Nairobi y las de mi barrio, Kisumu, al oeste del país. La capital, mimada por el presidente Kibaki, reunía para los kiyuyus que allí se enriquecían las mejores condiciones. Los caminos limpios, tenían agua potable, baños, bares.... Nada que ver con la casucha de palos y paja en la que vivían todos los de mi familia"
Al decir "familia", Batwa se refería a los que compartían la etnia Luo. En África, los vínculos étnicos unen a sus miembros con una fuerza que nada es capaz de derribar. Por eso, las diferencias que habían permanecido latentes durante los gobiernos colonialistas, opresores con todas las etnias por igual (con más o menosnla misma intensidad) resurgieron tras la independencia de estos países. Pertener a la misma etnia que el gobernante de turno suponía un privilegio y una gran desventaja si no era el caso.
En Kenia, dos etnias habían oscilado en el poder desde su independencia en 1963 : los kuyuyu con el primer presidente del país, Jomo Kenyatta (que luchó contra los británicos enmarcado en la guerrilla Mau Mau) y con el actual gobernante Kibaki; y los kalenjin con el segundo presidente, Daniel Arap Moi (sucesor del primer líder tras su muerte). En las últimas elecciones, los luo habían visto por fin sus esperanzas de situarse en el poder casi cumplidas. Los primeros recuentos de votos daban la victoria indiscutible a su líder Raila Odinga. Sin embargo, el resultado final expulsó repentinamente el nombre de Kibaki, algo en lo que muchos organismos nacionales e internacionales ven un indicio de fraude.
"Ahora los luos persiguen a nuestras mujeres y niños - Abei pareció por fin animarse a contar su visión de la historia - Sin embargo, cuando llegaste a Nairobi yo te recibí y te ayudé como si fueras un primo más"
Y era cierto. Casi milagrosamente, las ochenta etnias que cohabitaban en aquel territorio que las potencias occidentales habían decidido agrupar bajo el nombre de "Kenia", se toleraban mal que bien y compartían espacios, alimento y agua. Ahora, en cambio, los rencores históricos parecían dominar el país llevándolo al borde de una guerra civil multipartidista sin precedentes en la región...
-Comisión Electoral de Kenia. (resultados elecciones 27 diciembre)
- Página web Mwai Kibaki.
- Página web Raila Odinga.
- Imágenes extraídas de BBC.co.uk