- Nombre: Sayed Perwiz Kambajsh:
- Edad: 23 años
- Trabajo: estudiante y periodista
- Acusación: blasfemia por críticar el Corán.
- Condena: MUERTE
- País........ AFGANISTÁN.
- Presidente de Estado: Hamid Karzai.
- Países que apoyan y sustentan dicho Estado: Estados
Unidos, Gran Bretaña, Francia, España... y el grueso de países occidentales enmarcados en la Unión Europea, la OTAN y la ONU.
No ha tenido mucha repercusión en los medios de comunicación españoles, pero fuera de nuestras fronteras se han sucedido los ecos de protesta e indignación ante el acontecimiento:
Sayed Perwiz Kambajsh, un joven estudiante de la Universidad de Mazar Sharif (al Norte de Afganistá) descargó de internet información sobre los derechos de las mujeres en el mundo árabe y los remitió a algunos compañeros. El pasado 22 de enero, ante las protestas de varios estudiantes, un Tribunal Religiosa de esa ciudad le enjuició y le condenó a muerte por cometer "blasfemia" contra el Corán y contra los preceptos del Profeta Mahoma.
El Senado afgano ratificó la condena, por iniciativa de un aliado clave del presidente Hamid Karzai, llamado Sibghatullah Mojaddedi. Finalmente, la presión internacional ha provocado la retificación de la Cámara Alta, que hoy se ha desdicho, calificando su anterior sentencia como "error técnico". No obstante, la sentencia aún no ha sido revocada. Para ello, tendrá que pasar por una escalera judicial plagadas de recursos y apelaciones (vía que, al menos, ahora sí puede emprender).
La polémica de este asunto no deriva del hecho en sí (la mayoría de países árabes violan libertad de expresión e información de sus individuos) sino más bien de que esto ocurra en un país donde debería relucir la "huella occidental" de aquellos países que "liberaron" la nación del "yugo de los talibanes" (en aquella invasión denominada, en un alarde de inspiración literaria de los cerebros militares del Pentágono, Operación Libertad Duradera, que ahora suena a agria paradoja...)
El episodio viene a engrosar, además, los hechos que denotan el creciente distanciamiento del régimen de Karzai de Occidente y sus reticencias ante el protagonismo que ostentan en el país los actores que un día lo auparon al poder. El presidente afgano ha sido acusado por algunos sectores del país de ser la "marioneta de Occidente", ante lo cual ha resuelto demostrar lo contrario.
Objeto de este "juego diplomático" es Reino Unido, el segundo país en número de tropas en el país, con 7.740 soldados. Así, durante el Foro Económico de Davos, Karazi se opuso a que el británico Lord Ashdown fuera nombrado Enviado Especial de la ONU para Afganistán. En este mismo encuentro denunció las acciones de los británicos en la provincia de Helmand (donde el Gobierno de Gordon Brown financia estudios para la libertad de prensa y opinión). La diplomacia británica, por su parte, ha movido ficha: el Ministro de Exteriores, David Milliband, ha encabezado las protestas por la condena a muerte del joven Sayed.
La crisis interminable de Irak copa todas las portadas, pero éste no es el único roto que la actuación occidental tiene aún por remendar. Afganistán, con sus crisis económica, su enconamiento legislativo y la perenne presencia de los talibanes, sigue siendo un asunto pendiente.
Sayed Perwiz Kambajsh, un joven estudiante de la Universidad de Mazar Sharif (al Norte de Afganistá) descargó de internet información sobre los derechos de las mujeres en el mundo árabe y los remitió a algunos compañeros. El pasado 22 de enero, ante las protestas de varios estudiantes, un Tribunal Religiosa de esa ciudad le enjuició y le condenó a muerte por cometer "blasfemia" contra el Corán y contra los preceptos del Profeta Mahoma.
El Senado afgano ratificó la condena, por iniciativa de un aliado clave del presidente Hamid Karzai, llamado Sibghatullah Mojaddedi. Finalmente, la presión internacional ha provocado la retificación de la Cámara Alta, que hoy se ha desdicho, calificando su anterior sentencia como "error técnico". No obstante, la sentencia aún no ha sido revocada. Para ello, tendrá que pasar por una escalera judicial plagadas de recursos y apelaciones (vía que, al menos, ahora sí puede emprender).
La polémica de este asunto no deriva del hecho en sí (la mayoría de países árabes violan libertad de expresión e información de sus individuos) sino más bien de que esto ocurra en un país donde debería relucir la "huella occidental" de aquellos países que "liberaron" la nación del "yugo de los talibanes" (en aquella invasión denominada, en un alarde de inspiración literaria de los cerebros militares del Pentágono, Operación Libertad Duradera, que ahora suena a agria paradoja...)
El episodio viene a engrosar, además, los hechos que denotan el creciente distanciamiento del régimen de Karzai de Occidente y sus reticencias ante el protagonismo que ostentan en el país los actores que un día lo auparon al poder. El presidente afgano ha sido acusado por algunos sectores del país de ser la "marioneta de Occidente", ante lo cual ha resuelto demostrar lo contrario.
Objeto de este "juego diplomático" es Reino Unido, el segundo país en número de tropas en el país, con 7.740 soldados. Así, durante el Foro Económico de Davos, Karazi se opuso a que el británico Lord Ashdown fuera nombrado Enviado Especial de la ONU para Afganistán. En este mismo encuentro denunció las acciones de los británicos en la provincia de Helmand (donde el Gobierno de Gordon Brown financia estudios para la libertad de prensa y opinión). La diplomacia británica, por su parte, ha movido ficha: el Ministro de Exteriores, David Milliband, ha encabezado las protestas por la condena a muerte del joven Sayed.
La crisis interminable de Irak copa todas las portadas, pero éste no es el único roto que la actuación occidental tiene aún por remendar. Afganistán, con sus crisis económica, su enconamiento legislativo y la perenne presencia de los talibanes, sigue siendo un asunto pendiente.
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