Te sientas en la mesa y cambias el canal para huir de esa 'realidad' a ratos árida, a ratos hilarante que arroja el telediario. Porque "sólo dice chorradas" o porque pasas de que te "amargue el único rato de calma del día, el del almuerzo".
Regresas al anochecer y te lanzas sobre el sofá, inerte como una marioneta que se ha cortado los hilos tras la interminable representación. Es hora de desconectar con algo anodino, fuera pensamientos, fuera darle al coco, que ya es bastante para la jornada.
En general, nos enganchamos a la pantalla para evadirnos del mundo que de común nos rodea, de sus tragedias, de sus dificultades. El cine o la televisión de masas se nutren de esa función analgésica, en una sociedad saturada con 'informaciones' acerca de fenómenos complejos y envueltos de dolor, como las guerras, la inmigración, la pobreza... Una realidad demasiado dura a la vista y al pensamiento, que queda mejor escondida tras los visillos de superproducciones repletas de efectos especiales (mejor cuanto más fantasiosos) o de comedias románticas cuyas situaciones son tan verosímiles como imposibles de darse fuera de la pantalla.
Algunos directores ya han mostrado cómo se puede mostrar la cruda realidad sin abusar del drama, con herramientas como la ironía, la sátira o el humor negro. Creando piezas de tragicomedia cuya fidelidad al universo referido reside precisamente en esa dualidad: todo drama posee su sarcasmo, su ácida comedia. Toda comedia encierra, si se busca, algún elemento de ridiculez o tristeza subyacente. Contradictorio como la vida, heterogéneo, como el mundo.
De contrastes, paradojas y mezclas heterogéneas trata la película "Un novio para Yasmina", que mañana se expone dentro del I Ciclo de Cine del Centro de Acogida de Refugiados (CAR). Se trata de una producción hispano-marroquí dirigida por una novel cacereña, Irene Cardona.
Con una estructura de comedia de enredo, la película narra la historia de vidas que se cruzan en la comunidad extremeña: una mujer marroquí que llega para estudiar, una joven profesora en plena crisis matrimonial, un policía, un marido objeto de discordia... En total, un crisol de personajes que hilvanan una visión posible y honesta sobre el fenómeno migratorio, pero alejada de la perspectiva dramática, alarmista y negativa generalmente difundida.
El pase, gratuito, es mañana jueves, 22 de octubre a las 18.30 en el Multicines Los Arcos, de Sevilla.
Próximas proyecciones
El Primer Ciclo de Cine CAR continúa con dos películas más en torno al fenómeno de la migración y el asilo. La próxima, el 19 de noviembre, contrasta con todo lo dicho sobre la que se proyecta mañana. Se trata de "Las tortugas también vuelan", del director iraní Bahman Ghobadi.
Centrada en un campo de refugiados del kurdistán iraquí, en la frontera entre Irak y Turquía, la obra de Ghobadi expone con extremo realismo, fidelidad y crueldad la situación de los kurdos en la zona al inicio de la Guerra de Irak. Dos tragedias, la propia del pueblo kurdo y la de todos los iraquíes, se reflejan con soberbia maestría, quizá demasiada...
La última película hace un exilio desde Oriente Próximo hasta Canadá, cruzando Turquía y Armenia en sus años más dramáticos y aún polémicos: el genocidio armenio. En "Ararat", el director canadiense de origen armenio Atom Egoyan reproduce un complejo hilo argumental para penetrar en este episodio de la historia reciente y en la psique humana.
De un margen del planeta a otro, el I Ciclo de Cine CAR permite realizar con la mente aquellos viajes que, por cualquier motivo, nos resultan imposibles; cruzar fronteras geográficas y sociales y evadirnos de "nuestra" realidad conociendo otras muchas que nos resultan aún tan lejanas....