El oasis... (Capadocia, Turquía)

jueves, 25 de septiembre de 2008

El humo, el baile, el pueblo kurdo...


Iyi aksamlar, nasilsiniz?

La habitación se llenaba de humareda (no de Nargile --cachimba-- sino de Wiston al más puro estilo occidental), la música en pm3 tronaba desde el portátil y los vasos de çai iraquí se mantenían temblorosos entre media docena de pies brincando sobre la moqueta al ritmo del rap kurdo que, por supuesto, también sirve para bailar el halay. El tema que sonaba pertenece a 'Serhado', un joven kurdo que edita desde Alemania las canciones que llegan hasta sus compatriotas en el sudeste de Turquía. Ayer, en nuestro apartamento de la cuarta planta de un bloque situado junto a la Universidad de Gaziantep, los golpes hiphoperos de 'Serhado' lo inundaban todo. A su son, cuatro personas entrelazaban sus meñiques y contraían sus troncos en un vaivén continuo, formando el aro giratorio que caracteriza el halay, o danza kurda tradicional. Con pasos indecisos y movimientos descoordinados, yo participaba como una más de un baile que, además de festivo, sirve como elemento de reivindicación de la nación kurda.

Los kurdos constituyen la segunda etnia más importante de Turquía (donde la turca es la predominante y dominante en el Gobierno central de Abdullah Güll y Receep Tayip Erdogan, Presidente y Primer Ministro respectivamente de la República). Aunque están dispersos por todo el país, se concentran principalmente en la parte sudeste y este de la península, en la zona que se extiende hacia la derecha del río Éufrates hasta las fronteras con Siria, Irak, Irán y Armenia. Estos países también están habitados por una nación que se estima alcanza los 37 millones repartidos por todo el mundo.
En Gaziantep, donde yo me encuentro, han inmigrado numerosas personas desde las ciudades más orientales (con Diyarbakir a la cabeza) para estudiar en su universidad o trabajar en las industrias que proliferan por la zona y que han convertido a la ciudad en el motor industrial de la región (enriquecida a costa de su industria textil, exporta su producto estrella, las alfombras, por todo el país y fuera de las fronteras).
Una vez insertos en la economía y cultura local, kurdos y turcos conviven, en algunos casos con mayor facilidad que en otros. En la Universidad, puedo observar cómo profesores turcos intiman perfectamente con alumnos de la otra etnia, con quienes traban amistad e intercambian posiciones, eso sí, sin profundizar demasiado en cuestiones políticos, objeto de eterna controversia (la política irriga todo en Turquía, es un elemento esencial).
Sin embargo, en la historia de kurdos y turcos reside un enfrentamiento eterno, histórico, que se transmite de generación en generación. Para opinar y enseñar sobre este tema se requiere un conocimiento del que aún no dispongo, pero en el que profundizaré poco a poco a través de esta pantalla.
Por el momento, voy tomando nociones de esta fascinante historia a través de los retazos de conversaciones que capto en las reuniones entre amigos en los cafés o en las casas (principalmente en la mía). Y de la música, que es aceptada por todos los oídos...

domingo, 21 de septiembre de 2008

"All remains the same"

A fin de cuentas, todos somos iguales... Esto es lo primero que aprendes con certeza tras pasar una semana en lugar nuevo e ignoto. Quizá por eso, porque has podido apreciarlo, se te hace más fácil la adaptación y el aprendizaje. Te das cuenta un buen día cuando, de repente, cesas la actividad un momento, miras a tu alrededor y observas a tus nuevos amigos (aquellos con quienes no puedes cruzar más de dos frases seguidas porque no tenéis un idioma en común) peleando entre carcajadas (las que se entienden en cualquier lengua) por coger el trozo de chocolate que ha quedado sobre la mesa, maldiciendo ante la idea del próximo madrugón inevitable, o recreándose en la inminente fiesta que ha sido tan esperada.
En Gaziantep, las chicas sueñan como lo hacen las de España. Sufren ante el amor perdido, anhelan el tacto del cuerpo no alcanzado, aunque tal vez no lo reconozcan, aunque sus cinturas queden siempre al abrigo de la prenda. Quizá por eso es posible compartir sentimientos tan profundos aunque no se sepan traducir en palabras. Porque una mirada, un gesto al unísono de la frase que no se puede concluir, lo han dicho todo. Y, tras un tímido "¿Do you understand?", ves en su sonrisa que te ha creído a ciegas cuando le respondiste: "For sure, for sure, I know what you mean".
La comunicación es más que tener códigos comunes. Es tener una finalidad común, la de querer llegar al otro y escucharlo. Darya no habla inglés, Senay lo chapurrea, yo no hablo turco (aún), Isa tampoco... En nuestra Torre de Babel (ubicada en el piso 35, cuarta planta, de un edificio cercano a la Universidad), nos hablamos como podemos y, si no sale, una carcajada y... ¡unut, unut! (¡olvídalo! ¡olvídalo!) No pasa nada, porque al final nunca se olvida...

jueves, 18 de septiembre de 2008

Estamos en Ramadán… y las mujeres no toman el sol junto al Bósforo

Se acercaba el ocaso del Ramazan, mes de ayuno sagrado según el Corán reza, y dos féminas occidentales aterrizábamos cerca del Mar Negro para iniciar nuestra particular aventura sacra: vivir durante un año donde Europa besa a Asia, en un terreno difícil de definir y polémico de concretar llamado Anatolia del Este (para unos, parte del denominado Kurdistán, para otros, simplemente la Turquía oriental). Una particular beca de estudiantes Erasmus nos sumergerían en la Universidad de Gaziantep, perteneciente a la ciudad del mismo nombre y capital industrial de provincia. Hasta aquí llegaba todo lo que estas dos muchachas, estudiantes de periodismo de 21 y 23 años, conocíamos sobre nuestro futuro hogar las semanas previas a la llegada.

Después de dos días de viaje y tras unas primeras horas en la capital cultural y social de Turquía, Estambul, apenas teníamos una certeza: no vale imaginarse nada de antemano, no importa lo que te digan o lo que creas conocer... cualquier idea preconcebida sobre lo que no se ha visto y experimentado en carnes propias va a resultar siempre FALSA. Con esa idea nos despertamos aquella segunda jornada en terreno otomano mientras un sol bizantino, agresivo y rabioso, violaba las débiles cortinas del Cordial Hostal Café, alojamiento que comparte el barrio de Sultanhamet con joyas históricas como la Basílica de Santa Sofía o la Mezquita Azul.

Durante la víspera, día de llegada, nuestras retinas habían plasmado ya elementos de impacto: el caos (palpable perenne como el aire impregnado de especias), la celeridad con que todo transcurre (los coches, las horas, los instantes decisivos…) y el mundo de contraste entremezclado pasaban velozmente ante ojos ávidos que todo lo atrapaban las primeras horas de estancia. Ya de noche, bajo la familiaridad cómoda del raki y una opulenta cena en Taskim (el barrio joven y cool de Estambul), tres horas de conversación con nuestro anfitrión, (un periodista compatriota que vive en la ciudad) permitieron diseccionar las anécdotas, concretar los detalles y concluir así que las ideas adquiridas en las horas previas fueran confirmadas o desechadas.

Hoy, Estambul se expuso igual que ayer. Las mujeres no pasean bajo el sol a la orilla del estrecho del Bósforo, tal y como habíamos imaginado. En su lugar, grupos de hombres, en pandillas de dos o tres, se tumbaban a charlar en el césped, caminaban perezosos por el alquitrán recalentado o se tumbaban en las piedras que enjutan la apertura del Estrecho con el mar de Marmara. También pescan, y mucho, por cierto. Cerca del puente de Karaköy (paralelo al de Atatürk y que forma con éste la pasarela que une el Estambul occidental con el oriental) se recreaba un ambiente festivo, donde los hombres de la Turquía kemeliana, occidentalizada, lanzaban sus cañas con cebo, tomaban algún que otro raki o quemaban sus torsos ya chamuscados, en la tranquilidad que otorga el conocido dominio sobre el terreno. Quizá por eso, y sólo por eso, nos sentíamos Isa y yo con frecuencia objeto de miradas (reprochadoras o lascivas, o quizá ambas al unísono). Porque ese era, en definitiva, franja de hombres, al igual que las mezquitas, al igual que los centros de café incrustados en las esquinas más recónditas de la ciudad.

No es Estambul tierra sólo de hombres, que no quepa aquí esta generalización. Las mujeres tienen, según nos han contado, voz y presencia en esta sociedad (o en el fragmento más occidental de ésta, al menos). “Tienen carácter, son tercas, inteligentes y se hacen oír”, nos dicen conocedores del terreno. Y así se percibe en vastas áreas del devenir diario. Quizá no al atardecer a la orilla del Bósforo, pero sí en la masa humana que abarrota calles y estancias, en los autobuses escolares, de donde descienden muchachas en uniforme (y, éstas, sin velo); en la Universidad… No rezan junto a los hombres en las mezquitas (la Mezquita Azul tiene una zona habilitada en su periferia donde, separadas por una valla, se acomodan las mujeres mientras sus compañeros de oración recitan ante el imam desde el centro del templo, prohibido para cualquier fémina. No obstante, por cierto, me han dicho que ésta es costumbre compartida por otras religiones… tendré que contrastarlo).

Pero sí son partícipes del visceral desarrollo económico, industrial y turístico del oriente occidentalizado. Junto al puente de Karaköy, en el triángulo que forman la calle Kennedy (que bordea el 'Cuerno de Oro' anexo al Marmara) y la de Ankara al unirse, confluyen signos de los tres poderes de la globalización y el desarrollo de mercado: marcas internacionales como Mac´Donnals o Vodafone atestan las fachadas envejecidas, una multitud pugna por cruzar la imposible carretera de cuatro carriles dominado por un tráfico suicida (hombres, mujeres y niñas arriesgan sus vidas por igual para pasar “al otro lado”), Cruceros, pesqueros y buques petroquímicos comparten la circulación del estrecho, y, al fondo, megáfonos de las mezquitas circundantes braman para llamar al nuevo turno de oración.

En Estambul todo es igual de intenso, todo llena el ambiente: los cantos de los imames y los toques de claxon…

miércoles, 23 de julio de 2008

RUMBO A TURQUÍA....

"La mirada de África" podría haber sido de cualquier otra parte del Mundo. Pretendía, simplemente, contar historias (de aquí y de allá, auténticas y viscerales, humanas e infrahumanas) con una perspectiva que, una vez, denominé "la perspectiva del viajero".
Esta visión intentaba ser errante, apátrida, nómada, alejada en lo posible de los esquemas occidentales que tenemos enconados en las córneas con las que observamos y enjuiciamos la vida (la nuestra y las ajenas).

Para situarme tras esta mirilla foránea, creé un personaje llamado Sofía, una joven que se desplomaba en Sevilla después de ejercer como cooperante social en el continente africano y que se enfrentaba a la sureña y aldeana ciudad con el escepticismo perenne de quien ha vivido a un vuelco de ciento ochenta grados respecto a lo que ahora se encuentra.

Era un proyecto bonito; tenía grandes aspiraciones, pero esta inconstante redactora (e inconstante vividora) no se lo tomó tan seriamente como debiera.

Ahora, varios meses después de su comienzo, abandona esta aventura virtual-literaria para embarcarse en una mucho más física y material: un viaje (real, geográfico) a Turquía.

Y la "perspectiva del viajero" renacerá con fuerza y furia, dispuesta a contar, día tras día y (está vez sí) con escrupulosa disciplina, historias de allá y más allá, de la tierra donde Europa se funde con Asia, de un mundo que, definitivamente, imprimirá un color desconocido a la mirada de esta neonata mochilera.
Durante doce meses, objetivoperiodista se escribirá desde Gaziantep, una capital de provincia situada a escasos quilómetros de Siria, en la región llamada Anatolia del Este. Zona cuya población profesa mayoritariamente el islamismo, con un alto porcentaje de ciudadanos pertenecientes a la etnia kurda (hay quines consideran Antep como parte del Kurdistán, pero aún no estoy segura de ello) y cuyo producto típico es el pistacho (más al este, es tierra de sandía).

Y, de momento, no voy a contar más. Prefiero narrar desde la experiencia de la observación directa, cuando pueda hablar (con mi turco en vías de aprendizaje) con sus gentes, saborear sus comidas, aspirar sus olores y deleitarme con su música....

Entonces, a partir del 11 de septiembre, comenzará en este blog "La mirada de Turquía".

Mientras tanto, un poco de "slow turkish music":

lunes, 23 de junio de 2008

Obituario del Periodismo

El Periodismo muere. Lo hace poco a poco, sin que los que rodean puedan apreciarlo más allá de sus ropajes de seda y el envoltorio de lujo cegador que lo acuna: audiencias incontables apostadas frente a los late night en prime time, falsos astros de luz eléctrica perecederos como la energía que los alimenta, fortunas ingentes a manos de figuras casi retóricas por cuanto abstractas, difuminadas e inalcanzables.... convertido, en fin, en un sector prolífico en el tejido empresarial, económico y político (del poder de la élite y no de la polis) pero cuasi yermo en los valores, principios y misiones que un día quisieron conformar su esencia.
Hoy, en concreto, hemos asistido a dos muertes. La primera de ellas, registrada esta mañana en el hospital de la Concepción de Madrid, se ha llevado a un gran Periodista, con mayúsculas. Se trata de Peru Egurbide, corresponsal y responsable diplomático de El País y, según sus compañeros, un hombre humilde, desconfiado, curioso y tenaz. No cursó la licenciatura que en un futuro esperan imponernos como indispensable. En cambio, aprendió la constancia y raciocinio del Derecho y la Economía. No alardeó de su bagaje infinito, valentía y savoir-faire, pero investigó hasta la "imprudencia" a una red de narcos adentrada en Madrid y Galicia, lo que le acarreó sucesivas amenazas de muerte, una advertencia del Ministerio del Interior y su consecuente marcha como "corresponsal camuflado" a Roma.
Como afirma Rosa Gallego Díaz, colega y compañera, "Podía haber sido músico, o directivo de un banco, pero decidió ser periodista". Para aquel que se cuestione "¿y por qué?", la respuesta resucita, sin quererlo, una máxima olvidada: "Siempre quiso ver y analizar las cosas por sí mismo, sin dejarse impresionar ni por autoridades ni por cuentistas".
También hoy, el anuncio de la Guadaña. Con mano ósea y traje azabache, alzó la curvilínea sobre su presa y dictó sentencia mortal. Lo hizo en una redacción, concretamente, en la del todavía (y quizá por poco tiempo) periódico líder en prestigio y ventas del área económica en Estados Unidos: el Wall Street Journal. La Dama de la toga adquirió cuerpo, como lo hiciera en la obra de Saramago, y en esta ocasión eligió uno muy propio para la labor encomendada: Rupert Murdoch, magnate empresarial galáctico, Emperador de un reino mediático que alcanza los cinco continentes. Dueño, entre otros, de la Fox (EEUU), el británico Times y, desde el año pasado, el Journal americano.
Para Murdoch, este diario tenía un problema: era demasiado riguroso, se demoraba demasiado en corregir los textos ("¡hasta 8,3 personas revisaba cada noticia!", se lamentó) y se preocupaba por tener el concepto "prestigio" como valor fundamental. Ante esta dolencia, presentó el pasado mayo ante los redactores del periódico su plan estratégico, recogido por el diario El Mundo:
Los cinco mandamientos del empresario triunfador:
"1. 'No te pasarás editando los textos'. "En este momento, cada historia en el diario está siendo corregida o editada, en promedio, por 8,3 personas. Todo el mundo que ve una noticia dice «qué pasa con esto, qué pasa con esto otro", dijo en mayo.
2. 'Escribirás noticias cortas'. Eso es algo que provoca sarpullidos a los redactores del Journal, porque les parece que es caer a los niveles de 'Financial Times', un periódico que siempre ha tratado, sin éxito, de alcanzar el puesto prominente del diario financiero neoyorkino. Pero Murdoch opina que las noticias eternas que son marca de la casa de The Wall Street Journal no tienen razón de ser: "No hay una sola noticia en la que no puedas meter todos los hechos en la mitad de espacio".

3. 'Buscarás exclusivas'. El Journal ya destacaba, entre otras cosas, por las noticias que levanta, sobre todo en su edición online. Pero eso no es suficiente. Murdoch enfatizó: "tenemos que tener más periodistas donde los necesitamos".

4. 'No buscarás el prestigio'. A Murdoch no le importa demasiado la respetabilidad. En la reunión de diciembre, su mano derecha en 'The Wall Street Journal', Robert Thomson, explicó a la redacción que "es importante ser respetado; pero quedar enterrado en la historia es, ciertamente, mortal".





5. 'Asumirás riesgos'. Sacar más exclusivas, editarlas menos y no preocuparse por la reputación equivale a asumir grandes riesgos. En el primer trimestre del año, el número de rectificaciones en 'The Wall Street Journal' ha crecido un 25% en relación al mismo periodo de 2007. Aunque eso no parece preocuparle a Murdoch. Porque, como dijo Thomson, 'el que se quede quieto, será arrasado'."
A la luz de las circunstancias, cada vez cabe replantearse con más tesón qué entendemos por periodismo y qué estamos dispuestos a hacer bajo dicha etiqueta. Yo, de momento, igual me meto en esto de la música, como Egurbide. Así, de paso, voy ensayando un bonito Requiem.

martes, 10 de junio de 2008

Liberalizando la compra-venta de personas



... Si levantaba el vaso a la altura de su rostro y fijaba bien la mirada, podía ver sus ojos reflejados tras la escarcha dorada que se formaba en el cristal, gélido; un atractivo anticipo del frescor amargo que recorrería su garganta tras el prolongado sorbo de la esencia de cereal. Empecinada en reconocer su imagen, los ojos tercos clavados en el tubo de cerveza, y ajena a lo que Pedro le decía al otro lado de la mesa, Sofía penetraba con las pupilas más allá del líquido espeso y espumoso en su superficie, y casi podía rememorar, por un instante, aquella imagen de albero tupido de la sabana africana...

- Y claro, me hablas de proteger los mercados del Tercer Mundo, pero si quitamos los subsidios a los agricultores españoles... ¿de dónde sacas esa cerveza que te estás tomando por un euro? ¿Eh Sofía?... ¿Sofía?... ¡SOFÍA, QUE ESTÁS YA BORRACHA O QUÉ!!

Las cebras, los leones y los elefantes se fueron en estampida, de su memoria, del vaso de cerveza.

- Maldita sea Pedro, no estoy borracha. Estaba pensando en lo que tú decías acera de... - "recoge la última palabra que has escuchado, Sofía"- la cerveza, que eso de a un euro lo verás tú en tu casa, o en donde Zapatero toma el café, porque aquí nos ha costado un euro veinte, chaval.
Y en cuanto a eliminar barreras al libre mercado, te parecerá estupendo cuando se trata de mercancías, de objetos inertes, pero.. ¿y cuándo lo que se liberaliza es el mercado de las personas? ¿Cuándo la venta de seres humanos no está controlada por legislación alguna, sino sujeta a la mera negociación de los empresarios?

Pedro la miró perplejo... Se le ha ido la olla.

- ¿Y si ya no hablamos de las personas del Tercer Mundo, sino de la venta de seres de los países llamados "ricos", de ti y de mí? - ella ya lo había hecho: había clavado su mirada incisiva más allá del rostro de su contertulio.

- Sofía.... la esclavitud fue abolida hace décadas...

Ella soltó una risa triunfal. De momento, lo había llevado a su terreno. Lo había colocado en la posición exacta para asestarle el golpe directo a su reflexión.

- Compra y venta de personas. Me refiero al trabajo Pedro, a los contratos laborales, a lo que todos suscribimos cuando queremos ganar pasta y que están sujetos a unas determinadas condiciones sociolaborales.

- ¡Coño Sofía! Y qué tiene que ver eso con la liberalización...

El estruendo de un golpe interrumpió su conversación. Giraron ambos la mirada hacia la fuente del sonido: la mano de una chica joven, iracunda, se aferraba a la superficie de la mesa. La tensión reflejada en sus músculos se prolongaba desde el antebrazo hasta los hombros, la espalda quebrada sobre el mantel, y una mirada de odio profundo que transmitía a la vez la impotencia naciente de sus labios, temblorosos y apretados entre sí.

- ¡Y un carajo voy a trabajar tres días seguidos! ¡Sesenta y cinco horas a la semana de media! No somos bestias de cargas Rosa... ni las bestias tienen estas condiciones...

La joven de la voz quebrada iba ataviada con una bata blanca, de médico, que se abría desde la cintura, dejando ver el pijama verde que caracteriza a los operarios de esa profesión. Sofía y Pedro intentaron observar más allá del cansancio de sus ojos. Serían las doce del mediodía de un sábado cualquiera, y el café casi azabache que se posaba frente a la muchacha era un fiable indicio de que aquella noche, una vez más, la había pasado de guardia.

- Sandra, cálmate - su compañera, igualmente ataviada, intentaba calmarla - Aún no se ha aprobado definitivamente la directiva. De momento tenemos que esperar y, luego, veremos qué deciden desde el Sindicato.

Sofía sabía perfectamente que tenía ante sí el mejor ejemplo de lo que le estaba explicando a Pedro. De cómo los Ministros de Trabajo de la Unión Europea acababan de aprobar una propuesta legislativa para eliminar la restricción de mantener la semana laboral en 48 horas como máximo. Si el Parlamento Europeo aprobaba la directiva, todos los países miembros podrían modificar la legislación para ampliar la semana laboral a 60 horas en general ya 65 horas en trabajos determinados, como los médicos.

- Ello elimina la protección que la legislación garantiza a los trabajadores - explicaba Sofía a Pedro - porque deja que el horario laboral se decida, hasta esos límites, "de manera libre" entre los trabajadores y el empresario".

- Vamos, que será el empresario quien dirija la batuta, tal y como están las cosas - su "liberal" amigo por fin había apoyado por una vez la visión de Sofía.

- Exacto. Y elimina un derecho social (el de las 48 horas semanales) que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) había logrado hace 91 años. Un retroceso en materia de derechos civiles Pedro. Y todo va en la misma línea: restar presencia del Estado en las decisiones del mercado.

(Y repitió su argumento de arranque): Cuando se trata de mercancías, está bien. Pero cuando hablamos de personas....

miércoles, 4 de junio de 2008

"Nos hemos equivocado"


"Estamos en el siglo XXI. Sabemos que podemos alimentar el planeta. Y, en cambio, cada 30 segundos un niño muere de hambre. Y, en cambio, cada día 25.000 personas pierden la vida por desnutrición. Nos hemos equivocado"

Estas palabras, pronunciadas por el presidente francés, Nicolás Sarkozy, encabezaban el artículo de prensa que Sofía blandía ante los ojos de su compañero de pupitre. Pertenecían al discurso con el que el jefe de Estado galo había comenzado su participación en la "Cumbre sobre Seguridad y Cambio Climático" que había reunido a cincuenta líderes mundiales en Roma para buscar una "salida a la crisis".

-"Zapatero y Sarkozy entonan el mea culpa". Nuestro presidente entrega 500 millones de euros a la ONU para "ayudar a los países más pobres" mientras que el francés se erige como cabeza visible de una nueva lucha internacional contra el "crimen del hambre" -- Sofía combinaba las frases sueltas del papel con sus propias disertaciones-- Pura hipocresía. Además de ser obvio que esto va a quedar en papel mojado ¿pretenden ahora obviar que gran parte de la responsabilidad de esta situación viene del propio Occidente?


- Ya estamos con el manido "complejo de culpa" --respondía Pedro, economista fiel seguidor de las teorías de Keynes y admirador de figuras como Jean-Claude Trichet (presidente del Banco Central Europeo) o Rodrigo Rato (antiguo director del Fondo Monetario Internacional). -- El tiempo que has pasado en África te ha afectado las luces, Sofía. No puedes reducir todas las causas de una crisis múltiple a la mera política de los países occidentales. De sobra sabes que, en esta subida internacional de los precios, intervienen otros muchos factores, como la emergencia de nuevos imperios como China. La ecuación es sencilla: más bocas que alimentar, más demanda e igual oferta... pues no hay para todos y los productos se encarecen.

- ...Sí, lo sé. Y el encarecimiento del petróleo (si sabíamos que la culpa de todo la tiene Ahmadineyad) --ironizó ella-- que aumenta los costes de producción, y las sequías e inundaciones, que han destruido cosechas y mermado la oferta de productos básicos procedentes de Canadá o China, o las limitaciones a las exportaciones de arroz en este último país.... No me salté la clase de economía Pedro, ¡todos estos factores los conozco!

- Entonces, no hables de "hipocresía". Hay una desequilibrio entre los países ricos y pobres, y los que tenemos fondos intentamos compensar esta situación. Sarzkozy ha dicho que va a invertir 1.000 millones de euros en África en los próximos cinco años, ¡en tu querido continente! Se trata de incentivar la economía de esos Estados, y en ello intervienen el FMI, el BM, la ONU...

- ¡Invertir! Tú lo has dicho -- el dedo puntiagudo de Sofía se clavaba sobre la frente de su amigo, recalcando cada sílaba de esta palabra-- ¡No regalar, ni donar! ¿No sabes que tras las inversiones hay réditos, beneficios, y tras los préstamos, intereses? ¿Acaso desconoces que el dinero que se presta a los países en concepto de "ayuda" les genera una deuda descomunal? Para 2005, España tenía pendiente recaudar 9.800 millones de euros de países pobres, de los cuales casi 5.000 habían sido generados por los Fondos de Ayuda al Desarrollo (créditos concebidos para favorecer la expansión internacional de las empresas españolas y para fomentar políticas de desarrollo en los países empobrecidos).

...Occidente nunca regala. Y las deudas que el Tercer Mundo son la mayor traba para su crecimiento.

- Invertir es revitalizar... en España el sector inmobiliario se mata por plasmar esa palabrita --devolvía las incisiones con su índice en la cabeza de Sofía-- en cualquiera de sus papelitos...

Mil veces le habían dicho que, para ser más convincente en las discusiones, debía mantener la calma (para evitar el riesgo de quedar "como una chillona sin sentido", le decían) pero no podía evitar "calentarse" en ciertas discusiones. No era enfado; era "poner sentimiento al asunto", como decía ella).

- ¡Además! --se levantó de un salto mientras escudriñaba la sonrisa condescendiente de su compañero de litigio-- Lo que hemos mencionado (carestía del petróleo, falta de oferta, nuevas demandas de alimentos..) no son más que factores coyunturales, que afectan, pero que son anexos a la cuestión neurálgica. Lo que está ocurriendo es una consecuencia derivada de la lógica del propio sistema capitalista. La crisis es estructural, no coyuntural.

- Ya estamos con la postura antisistema...

- ¡No soy antisistema y lo sabes! El capitalismo, moderado, controlado y supervisado por el Estado es el... menos malo de los sistemas -- y sonrió ante el brillo de satisfacción de su keynesiano amigo.

Pero esto no ocurre en la actualidad -- aprovechó ella la calma para seguir su exposición-- La estrategia occidental ha sido dejar todo el control del mercado y la economía a la conocida ley de la oferta y la demanda. Comprar, vender y sacar beneficios. Sin más regulaciones. Y el sistema capitalista (la 'mano invisible') tiene una tendencia inherente a la voracidad, a la avaricia de perseguir beneficios. Por ello, un exceso de inversiones descontroladas, a veces (muy frecuentemente) por encima de las posibilidades reales, acaba provocando colapsos como el actual.

- Y la solución es... --años de amistad habían enseñado a Pedro a dejar a su buena colega disertar según su ritmo.

- Pues eso, una regulación (auténtica) por los Gobiernos. Y no poner parches a corto plazo como se pretende hacer en la actualidad. Un ejemplo del hambre insaciable capitalista: ¿sabes que una de las causas del extremado aumento de precios de productos básicos es que se está especulando con ellos? Ante la caída de rentabilidad de otras inversiones, hay fondos (como el japonés Diawa) que invierten en productos agrícolas (trigo, maíz, soja...) aprovechando el alza de sus cotizaciones. Se compran cosechas a futuros (¡como las hipotecas!) y de esta manera, los precios se incrementan cada vez más, sin que haya un consumo real de éstos.

- Vamos, un Dow Jones del cereal... -- Pedro sonrió ante su propia ocurrencia.

- ¡Exacto!

- Anda, que el mundo está loco... Vamos, que te invito a una cerveza; tanto hablar de cereales...

Artículos relacionados:

- El País: Sarkozy y Zapatero entonan el 'mea culpa' del hambre
- El Periódico: La ONU culpa a la especulación del encarecimiento de las materias primas.
- Quiendebeaquien.com: El 48% de la deuda externa se genera por los fondos de Ayuda al Desarrollo.
- El País: Un planeta de famélicos y obesos.

martes, 27 de mayo de 2008

Fuerzas de paz de la ONU acusadas de violar a niños refugiados

Un informe al que ha tenido acceso la cadena BBC acusa a soldados de las Fuerzas de Seguridad de la ONU de abusar sexualmente (más llanamente, de violar) a niños, de entre seis y trece años, que quedan bajo su protección en zonas de conflicto, como Ivory Coast, Haití o Sudán.

(periodista de la BBC entrevistando a niña víctima de violación)

La acusación, dice el artículo, parte de las conclusiones de una "prestigiosa organización no gubernamental británica", después de investigar en las zonas mencionadas y recoger testimonios de víctimas de violaciones que, según alertan, se ven condenados a guardar silencio debido al miedo que les infunden sus raptores.

Aunque la cadena británica no explicita quién es esa "prestigiosa" organización de caridad, hace alusión a la ONG Save the Children, que también advierte de que "las organizaciones internacionales y humanitarias deben saber que son vulnerables a este problema".

La BBC recoge el testimonio de una niña de trece años que describe cómo diez soldados de la ONU armados la violaron. "Intenté escapar --relata la niña-- pero eran diez y no pude hacer nada".

La ONU reacciona asegurando que "estudiará" el informe y se defiende arguyendo que es "imposible asegurar 'cero incidentes' en una organización que cuenta con más de 200.000 personas operando alrededor del mundo", según declaró el portavoz Nick Birnback.

Hasta el momento, ningún medio de comunicación español se ha hecho eco de la noticia (por eso quizá aparece ahora en esta página).

No hace falta retórica para describir este hecho, hoy me limito al estilo de agencia, que para algo tenía que servir.

Artículo de la BBC

sábado, 24 de mayo de 2008

Tras dos meses en blanco...


Después de dos meses en blanco, Sofía escuchó a un amigo íntimo decir: "Me pongo frente al espejo y pregunto 'quién es ese que está ahí sentado'".

Pues sí, lleva más de sesenta días sin escribir, pero hay que comprenderla. Ha estado perdida, tan alejada incluso del espejo que apenas acertaba a ver el reflejo que creía podía pertenecerle. Como los animales que se piensan perseguidos por su propia sombra, a veces ella temía e intentaba escapar de su
afilada proyección. Sólo de noche, amparada por una oscuridad global que difumina los matices y envuelve a todos bajo el mismo abrigo, se sentía más segura. No tranquila, pero sí segura, extraviada (que no perdida) entre la confusión de las luces artificiales de discotecas y hogares nocturnos que asesinan a las sombran y libran a sus dueños de su incómoda presencia: sin tener que rendir cuentas a su imagen en el asfalto, con la ficticia ilusión de no estar, se creía por momentos impune de todos sus actos, en tregua.

Por supuesto que aquella huida constante era una
cobardía pero ¿quién de nosotros no lo ha sido alguna vez? Todos hemos sucumbido a la necesidad de sentirnos siquiera por un instante "eternamente disculpados", como el imberbe por primera vez etilizado que se repite "estoy en un sueño y, haga lo que haga, hoy no me va a pasar nada".

Es cierto que había perdido en ocasiones el punto de referencia, la ínfima línea que separa lo moral de lo
inmoral, quedándose varada en el limbo exculpatorio de lo amoral. "¿Qué es lo 'amoral'?" Se reprochaba en ocasiones. "Todo lo que no es moral es su contrario; no hay vacíos legales en el comportamiento humano, aunque sí haya trampas en nuestras reglas". Y así, con ese remordimiento ronroneante acompañaba el latido de su cabeza y su estómago en las mañanas de resaca, cuando tenía, desgraciadamente, tiempo para pensar.

Resulta cuanto menos comprensible, pues, que entre huidas y extravíos, noches confundidas en
continuum transcurrir, limbos legales y disertaciones de convalecencias pos-delirantes, Sofía haya descuidado por completo sus obligaciones literarias, su responsabilidad narrativa hacía si misma y hacia algunos pocos más.

Habrá que disculparla, pues con todos lo han hecho alguna vez, pero ella misma se prometió, aquella tarde en que su amigo le confesó no reconocerse, que no volvería a escapar de su sombra, por muy cojonera que en algunos momentos pudiera llegar a resultar.

Y, con su primer escrito, quiso hacer un pequeño homenaje a todos aquellos
fantasmas que huyen de sus reflejos...

Simon and Garfunkel: Homeward Bound en concierto en Central Park. Cuando todos los paisajes se te antojan iguales....

jueves, 13 de marzo de 2008

Un cadáver cerca de casa

Sofía se había dado cuenta; de repente lo vio reflejado como en un espejo más límpido que aquel donde creía verse cada mañana: había perdido la perspectiva del viajero.

La ilusión de casi neonato con que el extranjero observa el suelo que pisa, las paredes que le rodean, las farolas, el paso que viola la calzada para alcanzar el otro lado, las entradas y salidas de los edificios.... la calle. Todo aquello que al volver de su viaje, con la mirada aún pendiente del lugar de donde venía, le parecía maravilloso, extraño, alucinante...ahora se había sumido de nuevo en la monotonía.

Había dejado de escribir. Aporreaba signos lingüísticos, letras garabateadas, en el papel (o en la pantalla) y les creía encontrar significado cuando no eran más que etiquetas vacías. Cuántas veces se había prometido no hacer caso de las etiquetas... Y, al fin y al cabo, se había hecho presa de ellas. "Tienes que buscar un trabajo." "Estás inactiva, desperdicias tu capacidad y tu tiempo" "Tic-tac, Swatch no perdona, cada segundo vale en céntimos de brent".

De un tiempo acá lo estaba viendo venir. Un murmullo repiqueteaba en su interior y le advertía: puede que éste sea el camino de otro, pero tú, simplemente, no estás a gusto. Ha pasado tanto tiempo desde que volviste que has olvidado que existe otro mundo y te has perdido entre las aguas de éste.

Hoy ocurrió algo que, quizá, le devolvió la capacidad de asombrarse:

Caminaba protegida por el crepitar rítmico del Rap que golpeaban sus cascos. Una dura jornada; más que dura, monótona. Las calles pasaban alrededor de ella al igual que los coches y los viandantes, que la traspasaban como buen conciudadano: sin rozar y sin molestar, "qué menos". Estaba bien cerca de su casa. A un lado, los escaparates del Colegio de Enfermeros en cuya entrada absorbían varios cigarros cuatro empleados con ademán de querer llegar a casa. Le seguía la entrada del Café de Indias, provista aquella tarde de una exquisita clientela (estamos en Nervión, faltaba más, barrio de aquel marqués y cuna tanto de médicos ilustres como de periodistas conformadores de la mejor generación de nuevos ricos-loquequieraser-será)
Sorteaba Sofía esta regia clientela y la pasarela del India´s Coffee cuando estuvo a punto de caer de bruces contra el pavimento al tropezar con los pies de un hombre que yacía en la entrada anexa al lujoso cafetal.

Podría estar muerto... o no. No sabría decirlo, puesto que su cuerpo no profería movimiento alguno que indicase respiración. Lo primero en lo que reparó fue el hilo de sebo blanquecino que caía de su boca y resbalaba por el lado derecho de su mejilla. El pálido inerte de los labios le llevó a reparar en un aún más transparente, más bien azulado, rostro, el que su cabeza mantenía ladeado hacia el vértice derecho de su hombro.

Los ojos estaban completamente cerrados, la boca entreabierta y después de un momento percibió que aquel apéndice que resbalaba de la comisura de su boca no era sebo ni saliva sino algo parecido a helado de nata o crema de repostería. Lo intuyó porque sostenía, entre sus manos, una tarrina de plástico transparente que apoyaba, por inercia, entre sus rodillas flexionadas y huesudas. Todo ello se mantenía en un milagroso equilibrio que parecía conjurado para lograr sostener en el aire la cucharilla de café que sus dedos, en una especie de rigor mortis, sostenían con testaruda tenacidad.

No pudo evitarlo y eso le devolvió a la vida: le cabreó enormemente ver cómo ni una sola de las mesas que compartían aquella jodidamente estrecha acera se volvía a prestar un mínimo de atención al hombre que podría estar muerto. Las señoras, cubiertas con extravagantes abrigos de piel en una calurosa tarde de 28 grados-primavera, engullían sus respectivos pasteles de helado de nata o nata de repostería. Sostenían sus correspondientes cucharillas y se limpiaban el sebo blanquecino o hilillo de nata de las comisuras, con gesto disimulado y sin perder la sonrisa de escaparate que ante sus amigas del AMPA habrían de mantener.

Por un instante, sólo por un instante, Sofía también pasó de largo. Volvió. No por saberse mejor que aquellas mujeres de nata y repostería, sino por la vagueza de no tener que sentirse miserable un rato más; por pura vagueza.

Deshizo tres de sus últimos pasos. Se acercó al hombre que yacía. Puso las yemas de los dedos bajo su nariz para sentir el vaho caliente de su inhalar y exhalar. Comprobó que respiraba. Además, su pecho se hinchó y desinfló un par de veces, como si quisiese demostrarle que estaba vivo. Por un momento, sintió complicidad, y se sintió más cerca de aquel desubicado de lo que se había sentido de otra persona en toda la tarde.

Sólo quería comprobar que estaba vivo, para no tener que declarar un cadáver cerca de su casa. Más tranquila, siguió su camino.

martes, 12 de febrero de 2008

Introducción al Diálogo: cuando ellos se han mirado (I)

"Todos echamos pestes acerca del tan mentado Calentamiento Global, pero ¿quién no disfruta de un cálido rayo de sol sobre el rostro regalado una mañana de febrero?"

El eco de esta última palabra resonaba, anacrónica, en la mente adormecida de Sofía mientras olía el aire casi efervescente del parque donde se había sentado a "vaguear" (hacía tanto que no me paraba a "perder" el tiempo...) Venía de unas jornadas sobre "Diálogo Intercultural" y no sentía ganas de encerrarse de nuevo bajo el techo gris de su casa. Aún le costaba acostumbrar a su cuerpo a la falta de aire libre (pegajoso y caliente hasta el extremo, sí, pero libre a fin de cuentas) y de vez en cuando tenía que darle caprichos de este tipo.

Echada sobre un banco alejado de la zona de juegos infantiles (el "alegre y agradable gorgoteo" de los niños resultaba, a su parecer, mucho más agradable cuando provenía de una distancia mínima de cien metros) había adoptado la postura que en África denominaban "recibir el placer": las piernas un poco abiertas, flexionadas y conductoras del peso de todo el cuerpo hacia las plantas de los piés; las manos libres, descargadas sobre el asiento; la cabeza relajada sobre el respaldo y el cabello apartado para dejar expuesto por completo el rostro, que recibe lo que llega. Para "colaborar" en la eficacia de la tarea, Sofía se desabrochó el botón del vaquero (fuera presiones) y desplazó levemente la tira de la cintura hacia abajo, para regalar a unos centímetros más de su piel el efecto de esta sesión de Rayos Uva gratuita e improvisada.

Poco a poco empezó a notarse anestesiada. El estado, en el limbo entre el sueño y la vigilia, era mucho más agradable que cualquiera de estos dos, puesto que manteía el grado de consciencia necesario para percibir y disfrutar de la sensación de hipnosis que acompaña el sueño. Las ideas fueron abandonándola poco a poco y aterrizaban ya los primeros delirios, pseudo pensamientos sin lógica ni hilo conector que aparecen de manera incontrolada cuando nos rendimos a hibernar, indicando que todo va bien.

Después de las Jornadas de Cultura, si no puedo subirme en el tobogán... me compraré los vaqueros... porque, claro, no pudimos estrenar la película ayer...

No disfrutamos más de la incoherencia que cuando aparece en el momento oportuno: al perder, de manera controlada, el control sobre nuestro propio organismo y dejarlo campar a sus anchas.

En ello estaba, su cuerpo campando libremente por unos lares, su mente retozando en otros, cuando una voz vino, como un hacha, a segar la armonía onírica.

-¡Yo no tengo nada más que decir! Ya sabéis mi postura, no voy a moverme ni un ápice porque eso es lo que he hecho toda mi vida y ¿quién me lo ha agradecido? Nadie.

La voz tenía ojos y boca, y un rostro muy bonito aunque deformado por los gritos que sus labios estaban profiriendo. Era un chico joven. El cuerpo, fibroso, proporcionado, imponente, gritaba tener unos veinti pocos años (más o menos, como Sofía) La cara, expresiva, fuerte, viril, mascullaba una cercanía a los treinta. Las palabras que salían de su garganta, las frases hirientes que escupía y la amargura pesada que se traducía de su tono de voz, clamaban haber traspasado toda una vida.
Otro que no quiere hablar - pensó Sofía mientras seguía con la mirada (poco disimulada, pero ella sabía que las leonas de la Sabana tampoco lo eran con sus presas) el vaivén de izquierda a derecha y vuelta a empezar, de la nerviosa pieza. Él, en medio de su turbación, alcanzó a percatarse de la presencia intrusiva, impertinente, de Sofía. La actitud repectiva de ésta y su aparente predisposición a la escucha le indujeron, no obstante, a mantenerse en el área de contacto, y un par de veces más intercambiaron los dos miradas, mientras el joven seguía firme en su posición de no volver a transegir... Ella se mantuvo a la espera.

domingo, 3 de febrero de 2008

La grandeza del Poeta del Silencio


De esas personas que demuestran que no hace falta andarse con grandezas para ser verdaderamente grande.

Últimamente, me pasa demasiado: descubro a seres increíbles cuando ya se han marchado...

El 12 de enero se fue Ángel González. Como regalo a aquellos que lo descubrimos demasiado tarde, ha dejado algunos poemas a modo de carta de presentación póstuma.

El País publica hoy tres de ellos. En abril serán editados en un libro cuyo título es metáfora de la humilde grandeza del "poeta discreto": Nada Grave.

Los tres son maravillosos. Éste que reproduzco encandila. Nos dice: "lo sencillo es sublime" (y viceversa)

NUNCA

¿Hemos de sacrificar a la doncella
en el altar de un dios que reclama su sangre
para confirmar su poder sobre nosotros,
y comprobar que su grandeza
no sufre menoscabo con el paso del tiempo?

Rómpase la grandeza del dios en mil pedazos,
que la lepra corroa la púrpura que cubre
su soberbia figura,
y que su eternidad se reduzca a ceniza.
Y prevalezca la sencilla gracia
de la doncella viva, fugaz, irrepetible,
su sonrisa tan clara,
su alegría
que ella no sabe efímera, y por tanto
es en su ser presente inmortal un instante.

Ángel González.

sábado, 2 de febrero de 2008

Donde Occidente no deja huella



- Nombre: Sayed Perwiz Kambajsh:
- Edad: 23 años
- Trabajo: estudiante y periodista
- Acusación: blasfemia por críticar el Corán.
- Condena: MUERTE

- País........ AFGANISTÁN.
- Presidente de Estado: Hamid Karzai.
- Países que apoyan y sustentan dicho Estado: Estados
Unidos, Gran Bretaña, Francia, España... y el grueso de países occidentales enmarcados en la Unión Europea, la OTAN y la ONU.

No ha tenido mucha repercusión en los medios de comunicación españoles, pero fuera de nuestras fronteras se han sucedido los ecos de protesta e indignación ante el acontecimiento:

Sayed Perwiz Kambajsh, un joven estudiante de la Universidad de Mazar Sharif (al Norte de Afganistá) descargó de internet información sobre los derechos de las mujeres en el mundo árabe y los remitió a algunos compañeros. El pasado 22 de enero, ante las protestas de varios estudiantes, un Tribunal Religiosa de esa ciudad le enjuició y le condenó a muerte por cometer "blasfemia" contra el Corán y contra los preceptos del Profeta Mahoma.

El Senado afgano ratificó la condena, por iniciativa de un aliado clave del presidente Hamid Karzai, llamado Sibghatullah Mojaddedi. Finalmente, la presión internacional ha provocado la retificación de la Cámara Alta, que hoy se ha desdicho, calificando su anterior sentencia como "error técnico". No obstante, la sentencia aún no ha sido revocada. Para ello, tendrá que pasar por una escalera judicial plagadas de recursos y apelaciones (vía que, al menos, ahora sí puede emprender).

La polémica de este asunto no deriva del hecho en sí (la mayoría de países árabes violan libertad de expresión e información de sus individuos) sino más bien de que esto ocurra en un país donde debería relucir la "huella occidental" de aquellos países que "liberaron" la nación del "yugo de los talibanes" (en aquella invasión denominada, en un alarde de inspiración literaria de los cerebros militares del Pentágono, Operación Libertad Duradera, que ahora suena a agria paradoja...)

El episodio viene a engrosar, además, los hechos que denotan el creciente distanciamiento del régimen de Karzai de Occidente y sus reticencias ante el protagonismo que ostentan en el país los actores que un día lo auparon al poder. El presidente afgano ha sido acusado por algunos sectores del país de ser la "marioneta de Occidente", ante lo cual ha resuelto demostrar lo contrario.

Objeto de este "juego diplomático" es Reino Unido, el segundo país en número de tropas en el país, con 7.740 soldados. Así, durante el Foro Económico de Davos, Karazi se opuso a que el británico Lord Ashdown fuera nombrado Enviado Especial de la ONU para Afganistán. En este mismo encuentro denunció las acciones de los británicos en la provincia de Helmand (donde el Gobierno de Gordon Brown financia estudios para la libertad de prensa y opinión). La diplomacia británica, por su parte, ha movido ficha: el Ministro de Exteriores, David Milliband, ha encabezado las protestas por la condena a muerte del joven Sayed.

La crisis interminable de Irak copa todas las portadas, pero éste no es el único roto que la actuación occidental tiene aún por remendar. Afganistán, con sus crisis económica, su enconamiento legislativo y la perenne presencia de los talibanes, sigue siendo un asunto pendiente.

viernes, 1 de febrero de 2008

Una historia de Kenya (y II)

Sin saberlo, aquellos dos hombres representaban ante Sofía el escenario de la crisis que estaba sacudiendo su país y toda África.

Tal y como afirman los 40 líderes de la Unión Africana reunidos estos días en la vecina Etiopía, el desgarro de Kenya supone una auténtica merma para las esperanzas del continente de los mil rostros. El país, situado en la costa oriental del continente, besando el Océano Índico y muy cerca de las fronteras del codiciado Golfo Pérsico, cuenta con una base de riqueza natural que lo han convertido en objeto de miras de los actores occidentales desde el (auténtico) inicio de la colonización allá por el Siglo XV.

Junto con los países que comparten sus fronteras, (Somalia, Etiopía, Uganda y Tanzania) fue en aquella época punto neurálgico del tráfico de esclavos con dirección a las recién descubiertas Américas. Tras la Conferencia de Berlín, a finales del Siglo XIX, el Imperio Británico se hizo con la zona, y creó unas fronteras (a escuadra y cartabón, como el resto de África) bajo las que agrupó las 80 etnias (que antaño fueron 80 reinos diferentes).

Tras la Independencia, poco a poco Kenya ha evolucionado hasta convertirse en lo que era antes del fatídico 27 de diciembre: una de las economías más sólidas de África. Hoy, con 900 muertos abonando sus preciadas tierras en apenas un mes, el pequeño país (tiene apenas cinco millones de habitantes menos que España) es recibe la atención internacional.

No es baladí que el mismo Secretario General de la ONU, Ban-Ki-Moon, se desplace hoy a la zona para aunar esfuerzos con su predecesor, Kofi Annan, en el intento de solucionar la crisis. O que el Secretario de la Unión Africana, Alpha Oumar Konare, haya dicho en la apertura de la Cumbre:

"Si Kenya arde, no abrá nada para mañana. Kenya era una esperanza para el continente. Hoy, si miras al país ves violencia en las calles. Estamos incluso hablando de limpieza étnica. Estamos incluso hablando de genocidio. No podemos sentarnos aquí con los brazos cruzados".

El discurso mundial apunta a los dos hombres cuyos nombres refieren ambos lados de la guerra: Mwai Kibai (presidente, Kiyuyu) y Raila Odinga (oposición, luo). Sin cesar se escuchan palabras que instan a los líderes a tomar cartas para detener la sangría. Su responsabilidad en esta muerte lenta es constatable. Las voces del pueblo también lo señalan:

"Odinga es el ganador, Odinga es nuestro líder... Kofi, ayúdanos a que gobierne a quien el pueblo votó"- Sofía escuchaba estas palabras que Batwa parecía dirigir hacia el cielo.

"Kibaki nos da la mejora, él es el líder legítimo" - y del otro lado, Abei, antaño su amigo, clamaba el nombre opuesto.

Sofía conocía esta historia. Toda África había sufrido la misma enfermedad: desde el fin del colonialismo, el poder ha agitado las brasas del odio y la ira interétnica en pro de sus propios intereses. Congo, Rwuanda, Sierra Leona.. son todo tristes ejemplos de cómo líderes carismáticos han azuzado una población empobrecida y hambrienta de alimento y esperanza para perpetuarse en el poder o arrebatárselo a su enemigo.

Aunque ahora, espantados tras el desbordamiento de la situación, los dos líderes kenianos aparenten intentar calmar a sus masas, es patente que en su momento las echaron, como perros rabiosos, a las calles. Como a las fieras antes de la batalla, les encendieron el odio en las entrañas con palos, golpes y palabras candentes.

"¡Nos han robado la victoria; el Gobierno era nuestro!" -
gritaba un Odinga exaltado.
"¡Ellos persiguen a nuestras familias, nos asesinan cruelmente!" - denunciaba un Kibabi rabioso, que acusó a su oponente de alentar una limpieza étnica contra los kiyuyu.


Y así, azuzados por uno y por otro, los luos persiguen a los kiyuyu en la zona sudoccidental (en barrios como Kisumu), los kiyuyu responden con lo mismo en la zona central (capital, Nairobi, y su entorno) y todos se matan en la tan codiciada zona del Valle del Rift (donde los kalenjin, la tercera etnia, son mayoría).

jueves, 31 de enero de 2008

Una historia de Kenya (y I)

Hace apenas dos décadas, un blanco en tierras africanas era de inmediato centro de todas las miradas. Revestidos por los aún candentes vestigios de la independencia colonial, los autóctonos, provistos de la superioridad moral de las víctimas, atisbaban al dominador blanco en cualquier apariencia occidental que irrumpiese en las cálidas y húmedas tierras del trópico subsahariano.

Sofía se creyó por un momento en medio de África. Intentando lograr el acercamiento, devolvió con el gris de sus ojos el contacto iniciado por los dos hombres. Había violado su espacio al escuchar la conversación sin ser invitada. Ahora debía lograr que hiciesen de la intrusa una huésped.
"¿De qué etnia sois?" preguntó decidida.
"Yo, luo", respondió el que había hablado por última vez. Al girarse, los vaqueros gastados y el jersey granate que vestía quedaron en total frontalidad ante ella. La línea de sus ojos se mantenían hacia los de la joven y sus manos se entretenían quebrando un pequeño palo de madera, que sostenía a altura del ángulo que formaban las dos piernas entreabiertas.
"Yo, Kiyuyu", replicó el otro hombre, de idénticos rasgos físicos. No había diferencia alguna entre sus apariencias.

Sofía sonrió. Había sido aceptada.
"Pero... sois amigos". Las noticias sobre los enfrentamientos entre kiyuyus y luos que estaban desangrando Kenia desde las elecciones del 27 de diciembre le habían hecho imaginarse a las dos tribus como enemigos irrenconciliables. En los comicios, el actual presidente Mwai Kibaki, que gobernaba el país desde 2001, se había proclamado vencedor entre sospechas de fraude sostenidas por organismos internacionales. Raila Odinga, un luo que lideraba el partido de la oposición, el Orange Democratic Movement (ODM), rechazó fervientemente el resultado. Sus seguidores de la comunidad luo (y muchos de la etnia Kalenjin), iracundos y desesperados tras ver sus esperanzas de victoria aplastadas, se lanzaron a las calles.

Desde entonces, el país vertía sus entrañas: la policía gubernamental había prohibido y reprimía con violencia cualquier manifestación pacífica; los kiyuyus (etnia del presidente Kibaki) se habían convertido en el objeto de la impotencia, la ira y la desesperación de los luos y cientos de ellos habían sido perseguidos y asesinados. En un círculo vicioso de violencia vengativa, kiyuyus, luos y kalenjin se perseguían y se asesinaban mutuamente (la prensa anglosajona lo denomina muy gráficamente tit for tat) y ninguna mediación internacional (la que había intentado el presidente de la Unión Africana, John Kufour, y la que estaba peleando ahora el ex secretario de Naciones Unidas, Kofi Annan) habían logrado por el momento detener la sangría del país, que se había cobrado ya cerca de 900 vidas.

Los dos hombres cruzaron amargas miradas. "Abei y yo hemos sido buenos vecinos - Batwa, el joven luo, empezó a escupir palabras; parecía con ganas de hablar - Nos conocimos hace tres años en un barrio de Nairobi, la capital, cuando yo llegué con mi mujer y mis dos hijas para ganar algo de pan", un halo agrio envolvió su voz al mencionar a su familia. Dirigió una mirada gélida a ninguna parte: "Enseguida vi la diferencia entre las calles de Nairobi y las de mi barrio, Kisumu, al oeste del país. La capital, mimada por el presidente Kibaki, reunía para los kiyuyus que allí se enriquecían las mejores condiciones. Los caminos limpios, tenían agua potable, baños, bares.... Nada que ver con la casucha de palos y paja en la que vivían todos los de mi familia"

Al decir "familia", Batwa se refería a los que compartían la etnia Luo. En África, los vínculos étnicos unen a sus miembros con una fuerza que nada es capaz de derribar. Por eso, las diferencias que habían permanecido latentes durante los gobiernos colonialistas, opresores con todas las etnias por igual (con más o menosnla misma intensidad) resurgieron tras la independencia de estos países. Pertener a la misma etnia que el gobernante de turno suponía un privilegio y una gran desventaja si no era el caso.

En Kenia, dos etnias habían oscilado en el poder desde su independencia en 1963 : los kuyuyu con el primer presidente del país, Jomo Kenyatta (que luchó contra los británicos enmarcado en la guerrilla Mau Mau) y con el actual gobernante Kibaki; y los kalenjin con el segundo presidente, Daniel Arap Moi (sucesor del primer líder tras su muerte). En las últimas elecciones, los luo habían visto por fin sus esperanzas de situarse en el poder casi cumplidas. Los primeros recuentos de votos daban la victoria indiscutible a su líder Raila Odinga. Sin embargo, el resultado final expulsó repentinamente el nombre de Kibaki, algo en lo que muchos organismos nacionales e internacionales ven un indicio de fraude.

"Ahora los luos persiguen a nuestras mujeres y niños - Abei pareció por fin animarse a contar su visión de la historia - Sin embargo, cuando llegaste a Nairobi yo te recibí y te ayudé como si fueras un primo más"

Y era cierto. Casi milagrosamente, las ochenta etnias que cohabitaban en aquel territorio que las potencias occidentales habían decidido agrupar bajo el nombre de "Kenia", se toleraban mal que bien y compartían espacios, alimento y agua. Ahora, en cambio, los rencores históricos parecían dominar el país llevándolo al borde de una guerra civil multipartidista sin precedentes en la región...

-Comisión Electoral de Kenia. (resultados elecciones 27 diciembre)
- Página web Mwai Kibaki.
- Página web Raila Odinga.
- Imágenes extraídas de BBC.co.uk

jueves, 17 de enero de 2008

El saludo y los keniatas (EL COMIENZO II)

Mientras se comía a lametones un helado de nata y nueces (lo sorbía como si fuera el primero y el último, recorriendo con la lengua la galleta y recogiendo las gotas distraídas que prendían del cono humedecido y endeble) Sofía recordaba cómo la gente en África vivía de veras hacia el exterior. Cocinaban, lavaban, reían y conversaban (más bien gritaban) en la calle, compartiendo espacio, calor, sudor y olores.

"Eso sí que era convivir"
, pensaba al tiempo que dirigía dos ojos como platos hacia la niña que, a su lado, reía por lo bajini mientras tiraba de la manga de su padre con una mano y señalaba hacia ella con la otra. Sofía limpió con la suya el churrete de nata que se le derramaba por la boca. "Ni guarrearme tranquila puedo" y de un rabioso mordisco engulló el resto de barquillo que había sobrevivido a la batalla. "El bullicio puebla las calles por igual. En estas, incluso hay más ruido. Pero aquí, aunque la persona se deje ver en compañía, parece como si cada una estuviera metida en su mundo privado, donde el otro nunca llega a acceder del todo."

Y, ciertamente, si uno levanta por un segundo la vista de sus propios pies (ya conocemos el sencillo manejo del caminar; nos sabemos capaces de hacerlo sin mantener la vista en ello) podrá observar a su alrededor multitud de cabezas sumergidas en sus respectivos andares.
"Hablamos, reímos e incluso aguantamos los alardes de inspiración poética de los andamios que coronan el asfalto. Ahora, salte de los límites de lo 'normal' y en seguida una mirada acusatoria te recordará cuál es tu sitio", y se acordó de la impertinente niña y del exquisito helado de nata con nueces.

Un sonido familiar la sacó de sus pensamientos. Alzando la vista descubrió, a pocos metros suya, dos hombres de apariencia africana sumergidos en una estruendosa aura de risas, gritos y palmadas mutuas en la espalda. Según contó Kapuscinski en su libro "Ébano", los africanos se saludan inexcusablemente siguiendo esta especie de rito: un fuerte apretón de manos se prolonga mientras los recién encontrados se preguntan, a voz de grito, sobre sus respectivas familias (las familias en África son muy numerosas)

"La costumbre - dice el periodista - obliga a sellar cada respuesta positiva con sucesivas cascadas de risa fuerte y espontánea, que, a su vez, deben provocar otras cascadas, todavía más sonoras y homéricas, en la persona que pregunta [...] Cuando la risa se desvanece, eso quiere decir que el acto de saludarse ha concluido, y entonces ya se puede pasar al meollo de la cuestión".

Y el meollo de la cuestión puede ser tan serio como el que atañía a los dos amigos. En medio de un inglés afilado y abrupto, Sofía pudo cazar algunas palabras que le indicaron que aquellos hombres hablaban sobre la crisis que padecía su país: Kenya.

- Ya van casi setecientos muertos- oyó que decía con tono agrio uno de ellos - Y mientras Odinga no dé otras órdenes, los tuyos van a seguir asesinando a nuestras familias.

- Siempre has sido un buen vecino, Abei -
las palabras de esa respuesta oscilaban entre la dureza y la piedad - pero sabes que no se ha hecho justicia. Odinga es el verdadero ganador y Kibaki tiene que aceptar la derrota. ¡Se acabó el tiempo de supremacía de los Kikuyu, es hora de los Luo!

Sin apreciarlo, Sofía se había ido acercando conforme escuchaba la conversación. De repente, uno de los hombres reparó en ella y le clavó su mirada blanca y negra, interrogante:

"Niña, ¿qué quieres?"

(Imagen extraída de la web de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas)

miércoles, 2 de enero de 2008

La resaca de Sofía... y EL COMIENZO (I)















Hacía rato que se había abandonado al hechizo. La música de Mbria, Djembe y Laud la acunaban mientras flotaba (o al menos ella lo sentía así) por el mar de plomizo azabache apenas acariciado por el fuego de las antorchas que alumbraban los pasteles y cigarrillos expuestos en las dukas. Dejó que la tierra ferviente del Serengeti penetrara en su cuerpo y le inculcara el valor ebrio necesario para enfrentarse a los ojos Naggar. El sereno e imponente delegado de mirada distante que había conocido aquella mañana se había transformado ahora en un imán de fuego y azabache que la arrastraban entre los bum bum del Djembe, los bum bum bum...

Tuvo que sacudir varias veces la cabeza para intentar sacarse el bum bum martilleante que entraba por la ventana. El polvo amarillento enardecía el agresivo brillo del sol enlatado por cristales y asfalto. Acompañada por ese martillo en las sienes, realizó (con la cautela que dictaban los tekilas acoplados en su cabeza) una mirada a su alrededor para descubrirse lejos de la sabana africana. Se le presentaba, en cambio, un paisaje mucho más urbanita, aunque no menos salvaje: prendas de ropa, restos de cigarros, vasos a medio llenar y... ¿la cachimba, cuándo había sacado ella la cachimba? dibujaban en la habitación las huellas de una estampida de búfalos.

Al momento supo que no había pasado aquella noche con Naggar. En su lugar, el chico del que apenas recordaba el rostro (mucho menos el nombre) se había marchado. "Al menos, podría haber tenido la decencia de recoger un poco. Luego los incivilizados son otros..." Sintió que el aire la asfixiaba y salió de allí.

Ciertamente, desde que había regresado a casa no podía desprenderse de esa incómoda sensación de soledad. Los reencuentros con viejos amigos, las incesantes fiestas de bullicio y risas y las aventuras de asfalto con que desde entonces había rellenado sus días no podían, sin embargo, quitarle la impresión de que, en medio del tumulto, cada persona estaba realmente separada de los otros por un cristal infinito. Echaba en falta el calor familiar, felizmente abrumador, de la comunidad africana.

Las risas ahora se le antojaban menos profundas, las voces más tibias, de gélida neutralidad, e incluso los besos (que había catado al abrigo de noches impalpables y rostros difuminados) le sabían a colorante artificial.

"Apenas has regresado. - se decía Sofía con estoica paciencia - Diste una oportunidad a una tierra y un pueblo que te eran hostiles. Dale la misma al que siempre estuvo aquí".

Una sonrisa amiga desde el otro lado de la calle le ratificó que sólo tendría que familiarizarse nuevamente con aquello, y se dirigió hacia ella. Esperó impaciente a que el semáforo se pusiera en verde (en África le habían enseñado que la espera era un oxímoron) y, caminando entre ceños fruncidos de cuatro ruedas y cláxones iracundos, se plantó al encuentro de su vuelta a casa.