La primera
denuncia de Amnistía es de por sí suficiente para hacernos agachar la cabeza, pero aún hay más. El drama de la llegada ininterrumpida de inmigrantes a nuestras costas, Canarias principalmente en los últimos meses, posee una vertiente de la que no se habla en los medios de comunicación. La saturación de los centros de acogida y la presión política a la que está sometida el Gobierno por parte de la oposición y la opinión pública (debe actuar rápido para que no se le ataque con el "efecto llamada") han provocado que esté buscando la salida al problema a través de vías que chocan con la
legalidad internacional.
Tras la avalancha de inmigrantes a Canarias, se han acumulado las solicitudes de asilo y refugio político. Y no es lo mismo emigrar a un país que
solicitar asilo. Quienes hacen lo último, son normalmente personas cuyas vidas corren riesgo en sus países de origen, por motivos religiosos, políticos o de otra índole. Rechazar o denegar la solicitud sin desarrollar el proceso pertinente viola
la Convención de Ginebra sobre los Derechos de los Refugiados y el artículo 14 de la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Y esto es lo que ha hecho el Gobierno español.
Acosado por las prisas y la
presión de las elecciones que ya asoman la cabeza, el Ministerio del Interior está ejecutando repatriaciones masivas, con lo que se apunta un tanto frente al electorado. En la última semana,
750 inmigrantes han sido enviados desde Canarias a sus países. Pero en este saco se meten, sin distinguir, tanto personas que huyen de la pobreza como otras que escapan de regímenes bajo los cuales sus
vidas corren
serio peligro. Así, la mayoría de los "sin papeles" que arriban a Canarias provienen de África Occidental: Senegal (600), Marruecos, Mauritania, Guinea-Bissau...
No hace falta aclarar qué regímenes gobiernan en estos países. No sólo el hambre pone en peligro la existencia de estas personas sino que muchos de ellos son también
perseguidos, por motivos políticos, por unos Gobiernos corruptos y dictatoriales que aniquilan a base de cuchillo y pólvora los "elementos molestos" del país. Pero claro, esto no se cuenta cuando se alardea de los inmigrantes repatriados.
Hace unos meses conocí a un inmigrante de Sierra Leona. Se llama
Colu y vino a España huyendo de una guerra que había matado a su padre. En este país, del que también llegan pateras que luego son repatriadas, la fiebre del diamante y el dominio de las guerrillas está desangrando a la población: ésta es también la cuna de los
"niños soldado" que de vez en cuando aparecen en televisión y nos conmueven hasta las lágrimas.
Estos son los países de los que provienen los inmigrantes que tanto nos molestan dentro de las fronteras. Y nuestra postura es: descubrir sus nacionalidades y lograr un acuerdo con sus países de origen son los únicos requisitos para despacharlos...y nos quedamos tan panchos. Algunos llegarán a casa y tendrán "sólo" el problema de lograr elementos para subsistir. Otros tendrán como bienvenida la guerra, la persecución por parte de sus gobernantes y, quizá, la muerte.
Que Amnistía denuncie una
violación del derecho de asilo a estas personas es algo muy serio. Como lo es que condene el acuerdo alcanzado entre España y Marruecos a través del cual se concedan
10´5 millones de euros en ayudas a este país sin poner condiciones sobre los Derechos Humanos de sus habitantes.
Es evidente que la posición del Gobierno español no es nada fácil. Obviamente no podemos hacernos cargo de toda la responsabilidad y gasto que conlleva mantener a cientos de personas foráneas en nuestras fronteras. De acuerdo con que es difícil hayar una solución a un problema que nos supera con creces, pero... ¿y si al menos no
cooperásemos abiertamente con regímenes que violan constantemente los derechos humanos?
Por ejemplo, podríamos no haber recibido al dictador de Guinea Ecuatorial,
Teodoro Obiang, ni haber firmado con él un
contrato multimillonario por el que sólo aplaudieron (hasta destrozarse las palmas de las manos) los empresarios españoles que se van a hacer de oro explotando las riquezas naturales de este país.
Es lo mínimo que podemos hacer ¿no?
Sobre esto no hay excusa.